Tengo en mis manos los acuerdos 239 y 240 de la señora Ministra de Educación; las disposiciones allí contenidas han engendrado una saludable y respetuosa discusión a lo largo y ancho del país; los padres de familia, los educadores y los estudiantes tienen al respecto criterios dispares, sin embargo, el balance general de las opiniones se inclina en contra de las resoluciones mencionadas. Siendo la educación el ambiente en el que vivo y he sobrevivido durante casi 50 años, me permito algunas reflexiones sobre estos temas; los criterios que comparto esperan tener una respuesta de ustedes, no importa si ellos son de respaldo o quizá contrarios a mi forma de pensar. Vamos al grano, amigas y amigos:

–Lo bueno: las resoluciones tienen como fuente de inspiración el corazón de una mujer con 40 años de experiencia en la docencia y con una sensibilidad maternal muy propia de su género. La señora Ministra hace muy bien al recordarnos tanto a los maestros como a los padres de familia que antes de tomar nuestras decisiones debemos pensar en las personas inmersas en tales disposiciones: los infantes, los niños o los adolescentes. Dejarles afuera, no tomarles en cuenta cuando hacemos nuestros programas, es vivir de espaldas al sentido común, a la biología, al desarrollo evolutivo; pienso que era suficiente una exhortación, una reflexión.

–Lo malo: Acuerdo 239: 1. “Disponer a los planteles educativos fiscales, fisco-misionales, particulares, municipales y otros, de todos los niveles y modalidades del sistema educativo nacional, cuyas instalaciones y condiciones físicas lo permitan, adopten la jornada diaria laboral desde las ocho horas (08h00)”;

2. “Responsabilizar a los planteles educativos mencionados en el artículo uno, realicen deberes y tareas dentro del aula como actividad de refuerzo del proceso enseñanza-aprendizaje. Los deberes y tareas deben cumplir los objetivos de afirmación, investigación e información del conocimiento”.

Estas disposiciones no consideran la realidad nacional: los padres trabajan desde muy temprano y se sienten felices cuando pueden dejar antes a sus hijos; el transporte público no se congestiona cuando a una hora entran los estudiantes, a otra hora lo hacen quienes van al trabajo; acostarse temprano y levantarse temprano es una sabia norma de salud; la disciplina y el esfuerzo consiguen metas más allá de comodidades. Me parece bien que los infantes y los niños hasta tercero de educación básica puedan ingresar más tarde, quizá a las siete y media de la mañana. ¿Quién ha dicho científicamente que las ocho es mejor que las nueve o las siete de la mañana? Bien está poner metas; no conviene “uniformarnos” con medidas que no resultan positivas para los usuarios de nuestro sistema educativo.

–Lo feo: los deberes, el ingreso más tarde, los atrasos o el recibir a los estudiantes perdedores de año no son los problemas sustantivos de nuestra educación nacional. Esperamos que este Gobierno nos presente su plan de trabajo para la educación, quizá entonces podamos entender mejor estos alborotos que no atacan, ni de lejos, nuestras endémicas falencias en materia educativa. Dejo para el próximo miércoles el análisis del Acuerdo 240: evaluaciones y pérdidas de año.