Antes de montar en el autobús que les conducirá fuera de la Franja de Gaza, los colonos de Katif y los soldados que vinieron a expulsarles de sus casas para siempre rezaron unidos de las manos en la sinagoga que dentro de algunos días será demolida.

"No son mis enemigos", aseguraba la joven Anat, nacida en el asentamiento hace 16 años, mientras abrazaba a una policía, minutos antes de ser dirigida sin contener el llanto a uno de los autobuses que la transportarán fuera de este territorio.

La salida de la Torah (sagradas escrituras judías) del templo, signo inconfundible de que la vida de una colonia se extingue, es acompañada también con lágrimas por los soldados y policías, que ayudan a los colonos a introducirla en uno de los vehículos que esperan desde hace horas bajo el sol.

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"Hemos recibido una lección de respeto y de dignidad por parte de los habitantes de Katif. Sus líderes nos prometieron que no habría violencia y así ha sido", aseguraba el portavoz policial Avi Zelba.

En tan solo algunas horas, 370 personas fueron desalojadas de esta colonia, que quedó vacía, al igual que la mayoría de los 21 asentamientos judíos de la  Franja de Gaza.

Como preveían las fuerzas del orden, casi todos los habitantes subieron a los autobuses voluntariamente y sólo con algunas familias, atrincheradas en sus casas, los soldados tuvieron que usar la fuerza y arrastrarlos fuera de sus hogares.

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"Estoy dejando mi casa para siempre y todavía no sé por qué me voy. Nadie ha venido a darme una explicación, mucho menos (el primer ministro Ariel) Sharon. Eso es lo que más me duele", declara Moshe Barmason, abrazado con aire desesperado a su esposa e hijas.

Ante la puerta de la casa de David Jatuel, cinco sillas vacías recuerdan a su esposa y cuatro hijas fallecidas en un ataque palestino en el 2004. Todos los  habitantes de Katif se reunieron por la mañana para recordarlas horas antes de la llegada de los soldados y de cerrar las puertas de la colonia para siempre.

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"A David también le cortaron las alas hace más de un año cuando toda su  familia murió asesinada, pero sobrevivió a aquella desgracia y en breve construirá otra familia. Lo mismo ocurrirá con nuestra colonia una vez que Sharon se marche", recuerda el rabino Noah Vijonsky.

Mientras una parte de la colonia celebraba esta emotiva ceremonia de adiós, los más jóvenes recibían con barricadas en llamas a los soldados y policías que llegan a expulsarlos de sus casas.

"No nos podemos ir de aquí. Soldados: ¡Actúen según su conciencia y no según las órdenes que recibieron!", repite un hombre con un altavoz en la mano.

Un padre con sus tres hijos pequeños sigue a los soldados hasta el centro de la colonia repitiendo sin cesar: "¡Un judío no expulsa a otro judío!".

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El coronel David Swissa, a cargo de la operación militar, afirma que 2.000 soldados fueron movilizados para desalojar Katif, una implantación agrícola religiosa creada a principios de los 80.

Puerta tras puerta, casa a casa, los soldados comunican la orden de abandonar la zona inmediatamente ya que si no usarán la fuerza. En un principio, las familias se niegan y otras insultan a los militares, pero saben que su presencia en Katif es cuestión de horas.

"Este día es para nosotros como un tsunami. Después de la caída de (la colonia vecina de) Neve Dekalim nos rendimos. Sabemos que no sirve de nada luchar pero nuestro sufrimiento es enorme", afirma un habitante que desea ser presentado como "un colono de tantos", y va vestido de naranja, color que indica la oposición a la retirada de las colonias.

En el salón familiar de Irit Ben Arye, la discusión con los militares dura más de una hora. Al final, los soldados abandonan la vivienda aunque volverán dentro de un rato para sacar a la familia del hogar.