Las desgarradoras escenas de la retirada israelí de la Franja de Gaza con familias desalojadas de sus casas y los feligreses sacados por la fuerza de las sinagogas podrían beneficiar la causa de Ariel Sharón, al mostrar “al mundo los sacrificios del Estado judío para reorganizar sus fronteras”.

Los palestinos confían en que el repliegue, que comenzó el miércoles con la remoción forzosa de los colonos de Gaza, allane el camino a la estadidad. Pero las posibilidades de una reanudación de las negociaciones de paz dependerán de  quien gobierne la franja tras la salida de Israel, y si los palestinos frenan a los extremistas.

La muerte a tiros el miércoles de tres palestinos a manos de un israelí armado en Cisjordania recalca las posibilidades de que los extremistas socaven el nuevo optimismo que acompaña a la retirada.

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Si los palestinos no logran controlar a los extremistas ni establecer un gobierno creíble en Gaza luego del retiro israelí, el Estado judío no encarará muchas presiones internacionales para que deje Cisjordania.

Convencido de que Yasser Arafat no era un interlocutor idóneo para negociar, Sharón ideó la retirada como una acción unilateral israelí, y ahora busca rediseñar por cuenta propia las fronteras de Israel.