Temo que estos días en los que vemos pasar los instantes de nuestra existencia personal se tornan cada día más densos y más turbios, pues permiten que los hechos que suceden o sucedieron no siempre tengan el enfoque que todos deseamos. La pluralidad de concepciones, la relativización de tradiciones y costumbres, la introducción de nuevos ejes de pensamiento, llevan necesariamente a encontrar en la tolerancia el ancla para argumentos, defensas o ataques. Así de difícil se ha tornado el campo del pensamiento. Cuando optamos por creer en todo, de manera pueril y acrítica, nos convertimos en personas “sin problemas”, en mentes de talla única, en moluscos que nos adherimos a cualquier cuerpo rígido, sin importarnos la figura que perdemos o la caricatura que adoptamos.

La conmemoración o celebración de nuestras fiestas nacionales ha seguido hasta hoy un camino acelerado que concluye con echar abajo tradiciones, costumbres, formas de recordar a nuestros héroes y a las fechas en que se dieron acontecimientos de importancia nacional. Alguna vez se pensó que el 10 de Agosto o el 24 de Mayo eran fechas inamovibles. La necesidad de construir “puentes vacacionales” echaron por tierra estas certezas; lo malo es que nos falta regular estos acontecimientos con una ley bien pensada y con un reglamento mejor estructurado. Me permito esbozar algunas precisiones y recomendaciones que espero merezcan la atención de los entendidos en esta materia:

–Me declaro a favor de los puentes vacacionales debidamente programados e informados a la sociedad, porque son una manera inteligente de aprovechar de mejor manera el tiempo, sea para trabajos personales, para descanso o para viajes dentro o fuera del país.

–Sin embargo, las fiestas cívicas deben ser recordadas y conmemoradas en su propio día. Este aspecto no está regulado y es por esto que sus conmemoraciones pasan desapercibidas, solamente se festejan con el día de vacación. Un ejemplo: esta vez el 10 de Agosto cayó en miércoles, la vacación fue el viernes 12.

Necesitamos un reglamento que contenga estos elementos: toda institución, pública o particular, debe hacer la respectiva conmemoración cívica antes de iniciar sus labores diarias; los estudiantes, empleados o funcionarios se agruparán en un lugar decoroso, para izar la bandera; luego de cantar el Himno Nacional se hará la reseña histórica de la fecha que se conmemora. El programa debe ser preparado con la debida antelación; además, durante ese día la bandera (nacional o local) debe ser izada y ubicada en un lugar que sea fácilmente visible desde afuera del establecimiento, las autoridades velarán por el cumplimiento de estas disposiciones y sancionarán a quienes incumplieren con dicha reglamentación.

–Las regulaciones deben abarcar también a los pequeños y grandes negocios, es decir a todos los ecuatorianos, pues cada casa debe demostrar de puertas afuera que allí viven personas que sienten las fiestas cívicas como momentos especiales para agradecer a nuestros antepasados por su contribución a la formación de nuestra nacionalidad y como ejemplo que estamos obligados a imitar.

Bien por un puente vacacional, muy mal si nos olvidamos de que el civismo nos nutre, nos estimula y perfecciona nuestra identidad nacional. Es hora de sentarse a legislar al respecto, amigas y amigos.