Guayaquil sirve de índice para percibir lo que sucede en el resto del país: disminuye el sector de personas que compran obras de arte. Los pintores y escultores no venden.

Galerías cerradas o, a duras penas, luego de su trabajo heroico –todavía abiertas– sacan las cuentas de ventas con sumas casi irrisorias.

Autores de excelencia creativa no exponen. Se extraña a Cumbet, Dávila, Aráuz, Paredes, Matamoros, Orvieto, Valdez.

Buenas noticias provienen de Rafael Valdez. Una de sus recientes exposiciones ha sido en el Centro de Arte Internacional de Coral Gables, Florida.

Un catálogo magnífico presenta al artista guayaquileño que en muestras internacionales siempre ha ido con excelente paso: Brasil, Israel, varias veces en EE.UU. de América.

Entonces, Valdez no suena por acá pues salió hacia lo recomendable, el extranjero.

Orvieto anda por profundos caminos interiores. Prefiere reencuentros con motivos que encenderán más su temática. Lo hace con dimensiones interiores de fuerte emotividad, en vista de profundas experiencias y soledades de esas que ponen a  prueba la reciedumbre de un carácter.

Orvieto no expone, pero trabaja, luego de un paréntesis de reconocimiento e identificación muy personal que consideraba ineludible.

Maestro del óleo, fueron numerosas las veces cuando los rostros de Guayaquil y sus populares matices quedaron con alma y vitalidad en sus telas. O fueron sus Cristos de asombrosa psicología y fervor artístico, los que enseñaron al país matices de un inmortal histórico que con el pincel de este artista abría nuevos precedentes y trascendencias.

¿Quién no recuerda a Orvieto en la Manzana Verde y en otros centros de arte hoy cerrados? Si no expone por ahora, su trabajo ha vuelto a la conquista de enérgicos descubrimientos de los cuales tiene firmes y definidos antecedentes.

Tomemos en cuenta la lesión que hacen a la originalidad del artista nacional las importaciones de pinturas y esculturas extranjeras, copias u originales. Años atrás se oía decir que había límites para su importación. La referencia no fue exacta. O ya se alcanzaron los respectivos permisos en vista de una globalización autoritaria.

Esto exige al artista nacional que no puede competir, radicales cambios. Hay que salir al extranjero, presionar para facilitar las salidas.

Hay que establecer contactos con personas e instituciones del extranjero, con embajadas y consulados, con compatriotas en el exterior.

Y con la calidad que poseemos, abrir perspectivas nuevas a la estrechez actual.