La recolección de la basura siempre ha significado para los municipios una tarea compleja y costosa.

Y no solo en el Ecuador. La alcaldía de Bogotá, capital de Colombia, por ejemplo –con 8 millones de habitantes– genera diariamente 5.500 toneladas de residuos sólidos, es decir, 2’007.500 toneladas al año, según la Unidad Ejecutiva de Servicios Públicos (UESP).

Su población cancela el servicio de recolección a través de tarifas fijadas, según su estrato económico. Recoger cada tonelada de desechos cuesta 20 dólares.

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En Chile, el conjunto de los municipios de ese país destina alrededor de 30.000 millones de pesos al año (unos 60 millones de dólares) para la prestación del servicio de aseo domiciliario, recuperando por concepto de cobro alrededor del 30% de dicha cifra. Los costos de manejo por tonelada en ese país, considerando desde la recolección hasta la disposición final, son cercanos a los $ 12.500 pesos ($ 22,28 dólares).

En Santa Cruz, Bolivia, el costo de recolección por tonelada es de $ 26,43.

En Guayaquil, según el contrato firmado entre el municipio y Vachagnon, la empresa cobra $ 14,10 por tonelada de basura recogida. De acuerdo a ese costo, a cada habitante de la ciudad el servicio le representa 0,35 centavos al mes.

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En Bogotá, ese promedio es de aproximadamente $ 1,50 dólares, uno de los más altos de la región. Trabajan cuatro empresas contratadas por el municipio.

En Lima, la capital peruana, la situación es distinta. La ciudad se divide en 43 distritos o comunas. Cada distrito tiene su propio municipio que se encarga de licitar el servicio de recolección a una empresa privada o simplemente asume la competencia. Una de las empresas más grandes es Relima, que ofrece el servicio de recolección en el centro de la ciudad.