Lo que es la sabiduría
Una historia sufí nos habla de un hombre que vivía en Turquía. Un día oyó hablar de un gran maestro que moraba en Persia, y que poseía el secreto de la sabiduría.
Sin pensárselo dos veces, el hombre vendió sus cosas, se despidió de la familia, y se marchó en busca de aquel secreto. Después de años viajando, consiguió llegar a la cabaña donde vivía el gran maestro. Lleno de temor y respeto, se acercó y aguardó a que el sabio regresara de su paseo matutino.
-Vengo de Turquía –dijo en cuanto hubo aparecido el sabio–. He venido hasta aquí solo para hacerte una pregunta.
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-Bien. Puedes hacer solo una pregunta.
-Tengo que ser muy claro en lo que voy a preguntar. ¿Puedo hacerlo en turco?
-Puedes –dijo el sabio–. Y ya he respondido a tu única pregunta. Cualquier otra cosa que desees saber, pregunta a tu corazón; no hace falta viajar tanto para descubrir que ese es el mejor consejero que existe.
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Cerró la puerta.
¿Por qué Dios no nos ayudó?
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Maestro y discípulo caminan por los desiertos de Arabia. El Maestro aprovecha cada momento del viaje para enseñar al discípulo acerca de la fe.
-Confía lo tuyo a Dios –decía–. Pues Él jamás abandona a sus hijos.
De noche, al acampar, el Maestro le pidió al discípulo que atase los caballos a una roca cercana. El discípulo fue a la roca, pero entonces recordó lo que había aprendido aquella tarde. “El Maestro debe de estar poniéndome a prueba. En realidad, debo confiar los caballos a Dios”. Y dejó sueltos a los caballos.
A la mañana siguiente, descubrió que los animales se habían escapado. Furioso, buscó al Maestro.
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-¡Tú no sabes nada de Dios! Ayer aprendí que debía confiar ciegamente en la Providencia, así que entregué los caballos a Dios para que los cuidara. ¡Pero han desaparecido!
-Dios quería cuidar de los caballos –respondió el Maestro–. Pero, en aquel momento, necesitaba de tus manos para atarlos, y tú no se las prestaste.
¿Cómo voy a salir si está lloviendo?
Cuenta una vieja historia budista que pasaba un hombre por una aldea, en pleno temporal, cuando de repente ve una casa ardiendo. Al acercarse, observa a otro hombre (la fábula utiliza una bella imagen: “con fuego hasta en las cejas”) sentado en la sala:
-¡Su casa está ardiendo! –le grita.
-Ya lo sé –responde el hombre desde la sala en llamas.
-Entonces, ¿por qué no sale?
-Porque está lloviendo. Mi madre siempre dice que la lluvia puede provocar neumonía.
Zao Chi comenta sobre la fábula: “sabio es el hombre que sabe cambiar de situación cuando se ve obligado a ello. Tonto es aquél que no confía en la mano de Dios, sino solo en las respuestas de sus semejantes”.
¿Cuál es el primer paso?
Un hombre visitaba a un ermitaño que vivía cerca del monasterio de Sceta.
-¿Cuál es el primer paso que debe dar quien quiere seguir el camino espiritual? –preguntó.
El ermitaño lo llevó hasta un pozo y le dijo que mirase su reflejo en el agua. El hombre obedeció, pero el ermitaño empezó a tirar pequeñas piedras, haciendo que se moviese la superficie.
-No podré ver claramente mi rostro si sigue tirando piedras.
-Así como es imposible ver tu rostro en aguas turbulentas, es también imposible buscar a Dios si tu mente está ansiosa con la búsqueda –dijo el monje–. No hagas preguntas, simplemente sigue adelante con fe. Éste será siempre el primero y el más importante de todos los pasos.