Pregunta: ¿Exactamente por qué abandonaste el teatro hace 25 años?

Respuesta: Me sentía agotado. Cada año debía empezar a entrenar de nuevo a los actores para la compañía, porque los ya formados se iban. Era un desgaste emocional muy fuerte. Llegó la oferta de Diario Hoy y decidí aceptarla.

P: Pero, tú ya habías hecho periodismo en Diario El Tiempo.
R: Sí, pero lo había dejado. Hubo una época en que hacía tres cosas: estudiaba Derecho, trabajaba en El Tiempo y hacía teatro. Solo me quedé con la última. Posteriormente, estuve 18 años en el Hoy y estoy 6 en EL UNIVERSO, en este lapso nunca más volví al teatro, ni como espectador.

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P: ¿Por qué?
R: Era doloroso. Si era un mal montaje, sufría; si era uno bueno quería estar ahí.

P: ¿No temes que ahora se dé el camino inverso: que el teatro te vuelva a sacar del periodismo?
R: No lo sé. Yo soy un hombre de impulsos y ahora mi cabeza, mi pasión, están definitivamente en el teatro.

P: ¿Significa eso que dejarás EL UNIVERSO?
R: No, para nada. Está previsto que yo siga escribiendo después de mis vacaciones.

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P: ¿Cómo llegaste a Novecento?
R: Fue una serie de afortunados azares. Yo tenía el libro bajo el brazo, cuando en una calle me encontré con José Ignacio (Donoso), quien me había dirigido cuando recién empecé en esto del teatro. Él me propuso: ¿por qué no montamos el monólogo? La idea se me metió muy dentro.

P: ¿No temías que estuvieras fuera de forma, actoralmente hablando?
R: No, esto es como montar bicicleta. Si bien no asistía a las salas, me mantenía muy al tanto de lo que pasaba.

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P: Pero han ensayado mucho. Entiendo que desde enero han venido trabajando en el montaje.
R: Sí. Primero lo hicimos en un pequeño departamento y luego conseguimos una sala de ensayos, con lo cual se facilitaron mucho las cosas.

P: ¿Qué público esperas que venga a verte? ¿Jóvenes, intelectuales, curiosos?
R: No lo sé. Cuando trabajas en una obra no lo haces pensando en el público, sino porque eso es lo que te impulsa interiormente. Luego, una vez en las tablas, la interacción con el público es muy fuerte y, además, cambiante. Esa es la gran diferencia del teatro con el cine y lo que hace que cada función sea distinta entre sí. Muchas veces uno siente físicamente una calidez, una comunicación con el público y en otras, un distanciamiento.

P: En todo caso, con todos los reencuentros, es un montaje que nace con fortuna.
R: Es una maravilla. Todos los viejos amigos, cada uno el mejor en su campo, y tenerlos juntos otra vez, aportando con mucha generosidad. Y la otra gran diferencia de lo que sucedía hace 25 años, es que ahora he contado con un productor que se encarga de los detalles financieros y prácticos, mientras con José Ignacio nos dedicamos estrictamente a la parte artística. Eso es una maravilla.

P: ¿Con qué te quedas de la obra: la poesía, el existencialismo, la música?
R: Con todo. Todo eso es lo que hace tan formidable a Novecento.

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