Me considero tolerante, mas puedo tener reacciones negativas frente a ciertas personas o situaciones. Solo soy un ser humano.
Resulta fácil perdonar; lo complicado es borrar la pizarra, poner en cero el totalizador kilométrico. Los cristianos, al recitar el padrenuestro, deberían pesar cada palabra. El perdón es piedra angular del humanismo. Es sencillo ser amable, sonreír. Más ardua es la gentileza constante cuando nos pudren el mal genio, las circunstancias adversas. No es cómodo ser humilde. Todos nos jactamos de nuestras hazañas en vez de admirar los éxitos de los demás. Sabemos hablar, olvidamos escuchar. Se puede tener paciencia frente a nuestro propio dolor, nuestras enfermedades, mas cuesta mantener a los familiares fuera de nuestras reacciones. Obvia queda la empalagosa dulzura del noviazgo, no la solidaridad frente a la pareja si hay que sostenerle la cabeza porque los estragos del embarazo la mandan a vomitar. La unión en medio del sufrimiento,  los problemas económicos consolidan el sentimiento, afianzan el hogar. Cuidar de un enfermo es buena escuela. El mejor avión es aquel que sabe cruzar nubarrones, rayos y turbulencias sin inmutarse, no el que, más veloz, puede surcar los cielos. Difiere la pasión impaciente de la testaruda ternura. Un mágico pensador llamado Jesús dejó reglas de vida que deberían seguir creyentes, ateos, agnósticos. Presentar la mejilla izquierda cuando nos pegan en la derecha se vuelve simbólico. Equivale a devolver bien por mal. Lo peor que puede suceder es ponernos al nivel de quien nos ofende, compartir maldad o perversidad.

Quien solo ve mediocridad en los demás corre el riesgo de no analizar su propia pequeñez. El obsesionado en atacar a quienes ostentan orientación religiosa o sexual diferente, tarde o temprano se volverá fanático, intolerante. El homofóbico corre el riesgo de poner en duda su propia virilidad. Nadie puede adentrarse en la piel de nadie. Quien piensa que el hombre es superior a la mujer cae en la trampa del inseguro machismo. La feminista a ultranza llega a despreciar al sexo masculino tornándose intransigente. Quien condena los pecados ajenos no tiene conciencia de su propia debilidad. Somos todos culpables de algo, muchas veces sin saberlo, petulantes, egocéntricos, vanidosos si nadie nos pone freno. Es bueno que un allegado del alma, un crítico bienintencionado desnude nuestras ingenuas resquebrajaduras. Es maravilloso poseer amigos inteligentes, aquellos que denuncian fallas pero siguen queriéndonos.

Lo que poseemos no nos hace inteligentes, bondadosos. Quien más tiene, más sencillo debería volverse, más consciente de la fragilidad del ser. De Onassis solo quedan huesos, suelas desgastadas de los zapatos. Los herederos terminarán del mismo modo. No creo en la derecha, tampoco en la izquierda. Ambas corrientes mandan al paredón a quienes no siguen la línea trazada. Iraq sigue siendo llaga abierta en el obstinado carapacho norteamericano. No siento admiración por Bush, Stalin, Pinochet o Fidel Castro. No podría vivir en un país donde me digan lo que debo escribir, pensar, crear, o me tengan preso entre fronteras, sin posibilidad de recorrer el mundo, mientras los privilegios solo cambian de dueños.