Cuando yo abrí los ojos, ya me encontré en una linda casa de mis abuelos, hace casi veinte años.

Era una casa hecha con el sudor de mis antepasados, que adquirieron haciendas, comprando campos que los cultivaron.

Entonces existía el calé en la Sierra, con eso se compraba un pan, un aplanchado o una quesadilla.

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Guayaquil era una ciudad bonita, sus calles anchas y sus portales, sus casas de madera con sus chozas amplias. Su gente alegre con su lindo malecón y sus calles muy bien pavimentadas, la calle 9 de Octubre muy limpia con unos bomberos muy bien vestidos y gente muy decente y buena de Guayaquil.

No faltaba el Salado, donde nos bañábamos, con un terreno muy grande donde había un estadio, entonces existía La Palma y la colmena Fortich y los clubes.

Es así como fue progresando Guayaquil con un Presidente como Isidro Ayora o Camilo Ponce, Alberto Guerrero (encargado del poder) y algunos más. Buenos banqueros como Carlos Julio Arosemena (padre), Juan Aguirre, Víctor Emilio Estrada. Buenos presidentes como Humberto Carbo Avellán, honrados y decentes, lindas matronas y caritativas y buena gente.

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No existía la luz eléctrica, vino después con el esfuerzo del país y los guayaquileños.

La ciudad era de madera y se hizo de cemento, los guayaquileños gente cordial, buena y generosa.

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Piedad Borja de Carbo
Guayaquil