Alfredo Palacio, quien ya cometió un grave error, el inicial, esto es, haber sido binomio de Gutiérrez, le fue perdonado cuando fue tomando distancia de la conducta del coronel; y tal vez por ello, el veinte de abril, con muchas dudas, el pueblo le permitió alojarse en Carondelet. Pues si bien es cierto que su oferta de refundar la patria no se la creyeron muchos, no es menos cierto que su promesa cargada de buenas intenciones fueron mínimos suficientes para sentir que recobrábamos algo de estabilidad.

Pero, como lo hemos dicho más de una vez, estar lleno de buenas intenciones no basta cuando se trata de manejar la cosa pública, se requieren además conocimiento y valentía. Dos virtudes que tiene el ex ministro de Economía y Finanzas, y que causaron más de un ataque de envidia y temblor en los bolsillos de quienes viven de nuestro trabajo.

¿Qué hizo de malo el economista Correa? ¿Advertirle al Fondo Monetario Internacional que tenemos los ojos puestos en otros socios financieros?
¿Solicitarle al Banco Mundial que explique por qué suspendió los desembolsos a los que se había comprometido? ¿Provocar espacios de diálogo con otros países latinoamericanos para analizar la posibilidad de ser parte de nuestra cooperación financiera? ¿Y acaso ese no es el sueño de Bolívar que tanto nos hace suspirar?

Error del Presidente haberle aceptado la renuncia a Correa, así como otro error es que se haya arrepentido de nombrar a Raúl Vallejo Corral como su nuevo Ministro de Educación, experto en educación y literatura, quien fue el creador y ejecutor del programa de alfabetización en el gobierno de Borja, y quien dejó comprobada la teoría de que si aglutinamos nuestros recursos y esfuerzos con nuestras propias manos, podemos hacer de este país un país mejor. ¿Por qué no lo nombra? ¿Por no hacer “más olas” dentro de su gabinete? ¿O porque no cree merecedor al pueblo de alcanzar sus propios sueños?

Ojalá reflexione el Presidente de lo que ha hecho y de lo que está dejando de hacer. Pues lo que ha pasado con Rafael Correa ha dejado un mal sabor en el sano aliento que este pueblo se estaba autoproporcionando en pro del desarrollo humano y de la democracia.

¿Cuán sólido luce el argumento presidencial de haber aceptado la renuncia de Correa? Poco, porque pocos se lo creen. Resulta más fácil pensar que Correa era un obstáculo para los propósitos de “algunos” que manejan esos asuntos “poderosos” que dejan riquezas en pocas manos. Así de fácil, así de crudo.

¡Sí!, esperamos que el Presidente reflexione y que tenga mucho cuidado de quien le habla al oído y poco hace por el bienestar del Ecuador; pero sobre todo que recuerde que dejar ir a un hombre que fue capaz de poner el pecho frente a la bala de una política económica que bien empobrecida tiene a la patria por otras opciones, tiene un precio muy alto que le tocará pagar con más del doble de los aciertos que puedan nacer de sus simples buenas intenciones.