Todos, invocando al mismo pueblo para fines opuestos, lo presentamos contradictorio. Pocos queremos ver la parte de razón que tienen los otros; aceptamos solo palabras y actitudes que favorecen nuestro punto de vista; hay quienes ven como adversarios a los que no aceptan una visión parcial. Algunos presentan toda diversidad como contraposición; otros no solo informan, sino que dan forma a la división, presentando solo aspectos parciales de la realidad.
Nuestra desunión ha sido la principal causa de nuestros males.

Por ejemplo, perdimos territorio, también, porque en momentos de exasperada desunión fueron expulsados quienes eran la “frontera viva”.

Actualmente parroquias, cantones y provincias retroceden; pues, para los cuerpos sociales no avanzar es retroceder. La diversidad hace grande a este país territorialmente pequeño, en la medida en que su diversidad se integra y perfecciona creativamente. Los ecuatorianos en este momento de nuestra historia damos la impresión de que nos une más el estar contra algo o contra alguien, que el estar a favor del otro y con el otro para un objetivo común. Como que, terminada la tensión con el Perú, no tenemos un aglutinante. Se están manifestando miles de sugerencias para modificar la Constitución. El crecido número nos pone ante la difícil tarea de ponernos en los puntos fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos en común? ¿Qué sendero nos empeñamos en recorrer?

Hemos de convencernos de que la “calentura no está en las sábanas”. Si solo cambia la Constitución y no cambiamos los ciudadanos, seguiremos defendiendo solo verbalmente la democracia, y con ella la Constitución y las leyes, y encubriendo con palabras las reales violaciones a la misma.

Hay una interdependencia entre la conciencia personal y las estructuras sociales.
Las personas con una determinada orientación crean las leyes; al mismo tiempo estas estructuras influyen en la concepción de Dios, del hombre y del mundo.

El papa Benedicto XVI nos hace notar que la estructura legal que confunde matrimonio con unión de homosexuales en países que se llaman desarrollados, solo por enriquecidos, influirá paulatinamente en la deshumanización de la mentalidad de los ciudadanos.

Viniendo a lo nuestro, por un lado, todos los ciudadanos tenemos la tarea de descubrir en la diversidad un llamado a la integración. Entonces podremos descubrir la necesidad de rectificar y la otra necesidad, la de reconciliarnos con Dios y con los otros, para salir del círculo vicioso de la violencia y del odio. Salir de este círculo nos está resultando muy difícil, pero lo espero como don de Dios.
Para recibir este don necesitamos la acción de los políticos, no solo esos políticos de partido, sino también la acción de los servidores del bien común, los constructores de la paz con una visión más amplia que la de las ideologías.

Por otro lado, legisladores y colegislador, con estudio sereno, global, libres de ideologías ya agotadas, asuman la tarea de facilitar la integración, elaborando o reformando Constitución y leyes que tengan en cuenta esa diversidad y no pretendan imponernos la talla única de un estatismo trasnochado.