Al callar la sirena, suenan cohetes, de aquellos que se utilizan en las fiestas pero que ahora se usa como demostración de bravura. Se oyen gritos: “Fuera el alcalde Winston Mieles, por corrupto”.

A 50 metros del sitio, otras decenas de personas responden: “Viva el alcalde, abajo los perdedores”. También lanzan cohetes y muestran cartucheras. Este grupo permanece en una casa de ladrillo, donde Mieles (DP) improvisó su despacho, pues el local municipal está en poder de sus opositores hace tres meses y 24 días.

El pequeño pueblo del sureste de Manabí, de cuatro calles adoquinadas, que carece de alcantarillado y tiene un rústico servicio de agua entubada, vive en permanente zozobra. El pasado lunes se vivió un día difícil. Mieles anunció que volvería al Municipio y los integrantes de la Junta Cívica, opositores, concentraron a unas 200 personas con palos, machetes y armas.

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Una residente dice que ese día hubo disparos al aire, de lado y lado, y los perdigones caían en los techos. El alcalde, destituido por cinco concejales el 28 de julio pasado, por supuesto nepotismo y corrupción, no ingresó al cabildo y se instaló a 50 metros.

Oswaldo Zambrano es uno de los huelguistas. Lleva puesta una camiseta con una leyenda que –asegura– resume la decisión de todos sus compañeros: “Más miedo me da vivir, que morir por mi pueblo”.

A su lado, Jorge Mieles, presidente de la Junta Cívica, refiere que la toma seguirá indefinida. Explica que la Contraloría regional de Manabí emitió un informe preliminar en el que acusa al alcalde de nepotismo, por haber nombrado a su cuñada, Jenny Farfán Mieles, como jefa financiera de la corporación.

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El alcalde cuestionado, quien ocupa un segundo periodo en la alcaldía, está rodeado de campesinos, hombres y mujeres. No niega que su cuñada sea funcionaria, pero aclara que el nombramiento se dio en el 2002, cuando aún no estaba vigente la ley de servicio civil y homologación de sueldos del sector público, que trata sobre el nepotismo.

El personero arguye que la falta de obras en la cabecera cantonal se debe al escaso presupuesto municipal (750 mil dólares al año). Pero aclara que su prioridad es la dotación de caminos vecinales. “Olmedo es un cantón rural y hay que atender a ese sector. Mire la gente que me apoya”, dice.

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Entre las personas que están a su lado figuran dos concejales de su partido, DP, Vicente Guerrero y Olger Zambrano, quienes también votaron por su destitución, pero ahora dicen que lo hicieron bajo presión y amenazas de muerte.

En la oposición están María Belén Murillo, vicealcaldesa, Bolívar Macías y Omar Chávez, del PRE, y Ramón García, de Sociedad Patriótica.

Elena Argandoña, ama de casa, acusa al alcalde de tener a su mando sicarios dispuestos a matar. Otro ciudadano, que no da su nombre pero afirma su apoyo a Winston Mieles, señala que en este cantón, de 9.000 habitantes, todo se defiende con armas.

Pese al sonido de la sirena y cohetes, no aparece un policía. Claro que en tiempos de paz solo hay dos gendarmes en el destacamento local.

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