Estaba próximo a iniciar su tercer periodo presidencial, cuando en la tarde del 6 de agosto de 1875 el político, jurisconsulto y orador guayaquileño Dr. Gabriel García Moreno cayó asesinado víctima de una conjura en la que participaron políticos liberales y un enemigo personal, el colombiano Faustino Lemus Rayo.
Aunque se citan causas personales como determinantes del hecho, fueron las de tipo político, en su mayoría, las que influyeron para que aquellos personajes ejecutaran el episodio de hace 130 años.
Los calificativos de teocrático, déspota y conculcador de elementales libertades ciudadanas se esgrimieron constantemente contra el magistrado, quien debió enfrentar los ataques de escritores, periodistas, pensadores y figuras de su época que rechazaron el uso de medidas extremas para imponer orden en el país.
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Aunque Gabriel García Moreno marcó una época de excelentes obras en favor del adelanto del país, insistió en sus actitudes de intransigencia al rechazar a quienes se oponían a sus decisiones.
Esto último motivó que el odio de sus adversarios y amantes de la democracia se manifestara con frecuencia e incluso planeara el complot que le quitó la vida al pie del Palacio de Gobierno en la fecha citada. Tradicionalmente se dice que al conocer el hecho, el escritor liberal ambateño Juan Montalvo exclamó: “¡Mi pluma lo mató!”.
García Moreno nació el 24 de diciembre de 1821; se caracterizó por ser un hombre de férrea voluntad y clara inteligencia. Se mantuvo vigente en la política del país por varias décadas. Fue dos veces presidente de la República y estaba listo a posesionarse legalmente para comenzar otro periodo gubernativo, cuando sucedió su magnicido por la acción de los jóvenes rebeldes y el foribundo machete de Rayo.
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Pese a las exageraciones que cometió, hubo quienes justificaron aquello por su deseo por alcanzar el desarrollo nacional en diferentes órdenes. Es pues, un personaje de biografías con lugar obligado en la memoria patria. Unos aplauden su labor presidencial y otros condenan sus arbitrariedades.