Desde hace diez años se dedica a limpiar mariscos en una planta procesadora, aunque recién en el 2001 la empresa la afilió al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Esta mujer que bordea la tercera edad  se ha podido atender en esas dependencias de salud, así que pensó que no tendría inconvenientes en retirar sus fondos de reserva.

Se equivocó. No tiene nada depositado en su cuenta individual.

No es la única obrera que tiene ese problema.  Tampoco registran fondos sus compañeras de trabajo. Así que seis de ellas  viajaron ayer a Guayaquil (desde sus lugares de origen: Jujan, Milagro y Durán) para averiguar cómo pueden arreglar esa situación.

Publicidad

Estaban decididas. Pero, mientras les explicaban cómo presentar la denuncia y les ayudaban a redactarla se empezaron a acobardar. “¿Y si nos botan?”, decía la más joven del grupo.

De la decisión pasaron al  nerviosismo y hasta la más arriesgada empezó a dudar. Ella se siente “doblemente estafada”, porque la anterior compañía en la que trabajó (desde 1987 a 1995) tampoco le ha depositado sus fondos de reserva.

A ese punto, no sabían qué era más fuerte: el coraje de que la empresa no les haya cancelado sus fondos de reserva o el miedo de denunciarla y que las bote del trabajo.

Publicidad

Quienes les hacen firmar los roles de pago ya les han advertido que no tienen derecho a los fondos de reserva porque no son estables. “Nos cambian cada seis meses de empresa, pero siempre hemos estado en la planta. Yo tengo diez años allí, ella tiene siete años, ella diez, ella tres...”.

Sus papeles para presentar la denuncia en la Secretaría de la Caja del Seguro estaban incompletos. Les faltaba la fotocopia del carné de afiliación y del certificado de votación.

Publicidad

Entonces optaron por esperar unos días, para ver si  otras obreras de la planta se deciden a  plantear una queja en grupo. Ese trámite demora más de un mes. Al día se presentan entre una y diez denuncias.

Poco antes del mediodía regresaron a sus casas. A esa hora, otro grupo de afiliados reclamaba en las ventanillas 52 y 53, no solo porque les han digitado mal sus nombres, sino también porque los policías no dejaron pasar a nadie más para que solo se atendiera a quienes ya estaban en fila.

La atención es hasta la una de la tarde. Por segunda ocasión, Liliana Chóez  se quedó sin tramitar su reclamo. El miércoles llegó a la una y media y le dijeron que  atendían hasta la una. Ayer llegó al mediodía y ya no la dejaron pasar.