Carl Lewis
El estadounidense Carl Lewis ya era famoso cuando acudió a Helsinki 1983 para competir en los primeros mundiales. Había recibido el prestigioso premio Sullivan, dominado la velocidad y el salto de longitud en los campeonatos de EE.UU., pero le faltaba un triunfo en una competición.

En 100 metros, la presencia del plusmarquista mundial de entonces, el estadounidense Calvin Smith, no fue bastante para detener a Lewis, después de exhibir su espectacular cambio de ritmo en los 60 metros.

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Dos saltos le bastaron a Lewis para ganar el oro en longitud. La prueba coincidía con el relevo 4x100 y el atleta de Alabama no quiso desperdiciar energías. Había saltado 8,37 y ninguno de sus adversarios parecía en condiciones de superar esa marca.

En 4x100 la victoria era segura para el cuarteto de Estados Unidos formado por Emmit King, Willie Gault, Calvin Smith y Carl Lewis. La incógnita consistía en saber si caería o no el récord mundial, pero la duda quedó despejada en sentido afirmativo: 37.86. Lewis logró su primera plusmarca universal.

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El estadounidense obtuvo diez medallas (ocho oro, una plata, una bronce) en  sus cuatro participaciones mundialistas: Helsinki 83, Roma 87, Tokio 91 y Stuttgart 93.

Cerró su trayectoria olímpica en los Juegos de Atlanta 1996, en los que, con 35 años de edad, consiguió en salto de longitud su noveno oro.

Linford Christie 
Stuttgart 1993, ciudad alemana que acogió los primeros mundiales del nuevo ciclo –la organización decidió que se haga el mundial cada dos años–, sirvió de escenario para la consagración absoluta del británico Linford Christie como rey de la velocidad y para el primer triunfo individual de la jamaicana Merlene Ottey en alta competición.

Un año después de proclamarse campeón olímpico de 100 metros en Barcelona 1992, Christie se convirtió, con 32 años de edad, en el campeón mundial de velocidad más viejo y se quedó a una milésima de batir el récord mundial de 100 metros, que estaba entonces en 9.86.

Durante tres ediciones fue campeón de Europa y otras tantas conquistó la Copa del Mundo en Atletismo.

El atleta compitió, además, en las olimpiadas de Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996, aunque estaba consciente de que sus facultades físicas (35 años) ya no eran las mismas para participar en sus últimos juegos olímpicos.

Dos salidas en falso fueron motivos para su descalificación por parte de los jueces en las modalidades por las que Christie participó en ese torneo.

A lo largo de su trayectoria deportiva, el británico consiguió 23 medallas, de las cuales 10 son de oro, además de batir el récord mundial de 200 metros en pista cubierta.

Mike Powell
El norteamericano Mike Powell llegó al Mundial de Tokio 1991 sin conocer la victoria sobre Carl Lewis en quince enfrentamientos en salto largo. Lewis se presentó en la capital nipona con 65 victorias consecutivas en su hoja de servicios.

Lewis tenía el pequeño honor de ser, hasta ese momento, el primer humano que aterrizaba más lejos que su compatriota Bob Beamon (quien lo hizo en las olimpiadas de México 1968 con 8,90 metros de largo). Con los 8,91 metros de su cuarto intento, empujado por un viento de 2,9 metros por segundo, Lewis debió sentirse a salvo de ser superado por otro atleta.

Nadie, en 23 años, había podido con el récord de Beamon. Los espectadores aclamaron, por tanto, al nuevo héroe del salto horizontal, mientras el norteamericano Mike Powell rumiaba a pocos metros una venganza largamente acariciada frente al hombre que durante toda su carrera lo había eclipsado.

Cuando Powell tomó tierra en su quinto intento supo de inmediato que había logrado algo grande: 8,95 metros.

El rostro de  Lewis, que después de haberse convertido en plusmarquista mundial de 100 metros (9.86) y que estaba a punto de encaramarse al panteón de los dioses si ganaba, reflejó la amargura de un atleta que  saltó más que Beamon y que por primera vez lo superó en esta modalidad.

Ben Johnson
Cuatro años después, el estadio Olímpico de Roma acogió la segunda edición de los campeonatos de atletismo.

El estadounidense Carl Lewis se había embarcado en feroz batalla con el canadiense Ben Johnson, la figura emergente de la velocidad. Setenta mil espectadores abarrotaron el estadio romano el 30 de agosto para asistir a la final del hectómetro, al duelo Lewis-Johnson en la cumbre.

La carrera respondió con creces al interés despertado. Johnson partió como una bala en medio de un silencio sepulcral, impulsado por una formidable masa muscular que con el tiempo se supo que había sido esculpida a base de esteroides.

Lewis hizo la mejor carrera de su vida pero tuvo que resignarse al segundo puesto. Johnson había destrozado la barrera de los 9.90 segundos e inscrito su nombre en el libro de récords con una marca de 9.83. Era la sexta vez que derrotaba a Lewis y el comienzo para el canadiense de un año de gloria y dólares que acabó cuando dio positivo en el control antidopaje de los Juegos de Seúl 1988.

Como castigo le prohibieron participar durante dos años en los actos organizados por la Federación Internacional de Atletismo Amateur. En la década del noventa volvió a competir, pero nunca superó sus marcas anteriores. En 1993 las autoridades deportivas volvieron a descubrir su dopaje, por lo que quedó excluido de las competiciones.