En estas primeras líneas me apartaré algo del tema, para sugerir al Gobierno facilitar al Coronel su ingreso al país. Que la fuerza pública garantice su protección para que los “forajidos, la oligarquía y los corruptos” no lo asesinen como dice estar amenazado. Permitirle que tres millones de electores lo lleven en hombros al “palacio” García Moreno, junto con agnados y cognados para medrar en tan adecuado ambiente. Que entre libremente, para afrontar su defraudación al pueblo, que merece conocer la parte oculta y oscura de su gestión, de sus “ponderados aciertos” y las “virtudes” de su gavilla. De esa forma, la ciudadanía sencilla y siempre engañada, testigo de su lamentable falta de palabra de morir aferrado al solio, no se verá atosigada por el conocido “déjenlo regresar”.

Hecha esta sugerencia, quiero referirme al alcalde Jaime Nebot. Incansable guayaquileño, cultor inagotable del trabajo e incontenible torrente de ideas y propuestas transformadoras. Quien no exageró en su alocución del 26 de julio, cuando apeló a Beccassino para evidenciar la reacción de los guayaquileños luego de que el “discurso mentiroso y demagógico” quedara sepultado por más de una década de intensa labor municipal.

Gestión corporativa que empezó con la limpieza de la basura humana que acanallaba la ciudad; la gran obra del malecón, para en los últimos seis años abrumarnos no solo con la regeneración urbana sino con palabras mágicas de aliento autonomista. Fue claro al decir que Guayaquil se ha transformado por propio esfuerzo, sin sacrificar a otros. En diáfana alusión a la secular actitud de la burocracia centralista y sectaria que posterga lo ajeno para construir lo propio.

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La ley para la Creación de estímulos tributarios para la inversión, generación de empleo, prestación de servicios y producción de bienes de prioritaria necesidad, es su último empeño. En oportuno apuntalamiento al Gobierno Nacional plantea el desarrollo armónico de todas las provincias y cantones. El Presidente de la República, agradecido porque le ofrece una herramienta para proyectar a largo plazo con visión nacional, la pasará a los congresistas dándoles la oportunidad de rebasar un espacio dedicado solamente a satisfacer mezquinos intereses políticos.

Ningún gobierno de los últimos tiempos ha propuesto al país soluciones tan sencillas como rápidas, cargadas de oportunidades generadoras de empleo, tendentes a superar nuestras constantes y numerosas crisis. Esta es una oportunidad para inversionistas extranjeros, que requieren de seguridad jurídica y tratamientos fiscales preferenciales. Lo es también para atraer los capitales nacionales que se hallan fuera sin ningún beneficio para la nación. Es la coyuntura que, mediante un límite de inversión mínima, permitirá la implantación de industrias estratégicas indispensables para desarrollo general del país.

Su propuesta, ahora en manos del Gobierno y pronto en las del Congreso, crea la pertinencia de responder a la confianza entregada por el electorado. Además, es ocasión única para todo gobierno municipal y provincial del país, que esté sinceramente interesado en el desarrollo de su comunidad. Es la herramienta que ninguno de los últimos regímenes populistas, que a su turno tuvieron la opción de utilizarla, fueron capaces de imaginarla siquiera para facilitar la inversión productiva a toda persona natural o jurídica, nacional o extranjera, que deseare establecerse en el país.