Que me ponga la camiseta me pide el Presidente. Yo me la pongo feliz de la vida, pero primero que me explique nuestro médico en Carondelet qué camiseta me debo poner. La camiseta del país, la del orgullo nacional, me responderán en el Gobierno. La camiseta del cambio, de la nueva república, la nueva patria, me dirán. Yo sigo buscando este nuevo país, este cambio y todavía no lo encuentro.

El Presidente celebra sus 100 días, famoso numerito que sirve como plazo para pedirle primeras acciones y resultados. Y aunque aquella frasecita de “refundar la patria” siempre resultó difícil de creer y sonó más a grito desesperado para ganarse el cariño y evitar las pedradas de los forajidos, su sentido prometía algún cambio que seguimos esperando. Cien días son pocos para cambiar el país, pero son suficientes para indicarnos un norte.

Hoy tenemos la sensación de que avanzamos por inercia, donde nos lleve la corriente. La ausencia de noticias suele ser una buena noticia. Lucio se las arreglaba para estar en primera plana a cada rato y en la caricatura de aquí arriba con frecuencia. Incluso en estos días sigue tomando, o mejor dicho le siguen regalando, espacio en los noticiarios para continuar avergonzándonos. Nuestro nuevo Presidente, en cambio, se las ha arreglado para que los caricaturistas y los noticieros hasta cierto punto lo ignoren. ¿Es buena noticia esta falta de noticias? Este Gobierno no despierta mayores pasiones. No tenemos ni piedras ni flores en la mano para echarle al Presidente.

Entonces, volviendo a la camiseta, yo antes de ponérmela y saber si me aprieta o me queda floja, o si viene bien cosida, o con una manga más larga que la otra, necesito ver a mi Presidente ponérsela. Necesito que me muestre los colores y medidas exactas de su camiseta. Tengo una idea general de la talla de la camiseta en lo que a política exterior se refiere. También me han mostrado el color de la camiseta nacional en el área de economía, que aunque sea con tonos rojos como la boina de Chávez, al menos es un color definido que nos indica una intención. Del resto no estoy seguro. Ahí la camiseta pierde su forma y se convierte en un trapo descolorido. Ojalá que no nos sorprendan con una camisa negra como la de Juanes.

Si quieren que nos pongamos la camiseta, que nos la muestren primero. Que nos indiquen hacia dónde vamos. La camiseta celeste y blanco nos la ponemos sin problema. Sabemos y conocemos las medidas y colores de la camiseta municipal. Hay un norte, un plan, un camino recorrido y por recorrer en la ciudad. Pero la camiseta nacional que Palacio me invita a usar, todavía no la tengo clara. Solo sé que no es tan fea, desteñida, sucia y con huecos como la que Lucio dejó tirada en el piso nacional. Han recogido esa camiseta, echado en la lavadora y ha salido más limpia. Qué tanto más limpia, aún no sabemos.

Nos pondremos la camiseta del país con ganas, con orgullo y con esperanza cuando nos muestren su diseño correcto, o al menos un diseño. Cuando nos presenten un camino y un norte por el cual vestir los colores de este Gobierno. Mientras tanto, será difícil comprarle la campaña al Presidente.