Los ancianos y las personas con discapacidades aseguran ser los más afectados. Hay más quejas.

El grito es más fuerte que el alto volumen de la música que se escucha a través de los parlantes: “¡Bájate rápido, pelado!”. Lo dice el conductor del bus 19 de una de las cooperativas que presta el servicio de transporte urbano en el norte de la ciudad.

La frase provoca la reacción de Alberto Garcés, un estudiante de secundaria que se dirige a su domicilio. “¿Qué te pasa? ¿No ves que la señora está adelante y no puedo seguir?”, replica con evidente disgusto al chofer del carro.

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“Entonces, aguántate hasta que pase y no te quedes en medio del sensor, ¿no ves que marca doble?”.

El hecho provoca el comentario de algunos de los pasajeros que se dirigen al centro de la ciudad. “No sé cuál es la ventaja de este sistema. Las personas que estamos completas tenemos problemas, imagínese cómo es el trato para los discapacitados o ancianos”, dice Claudia Alarcón, quien utiliza el bus para llegar hasta su lugar de trabajo.

Las expresiones de Alarcón tienen eco en el presidente de la Asociación de Discapacitados del Guayas (Asodis), Gonzalo Paredes. “Nosotros luchamos por el retiro de los torniquetes, pero nunca propusimos la utilización de sensores”, recalca.

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Paredes asegura que la alternativa que planteó el gremio fue la utilización de tiques, con el propósito de que “se respete el cobro del medio pasaje (0,12 dólares), tal como lo establece la ley”.

Para analizar la situación las personas con discapacidad esperan reunirse este mes con el gobernador del Guayas, Guido Chiriboga.

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Mientras, delegados del Frente de Defensa de Jubilados del Seguro Social prevén revisar este fin de semana con autoridades locales los efectos de la aplicación del sistema. “Ahora la situación es peor en comparación con los  torniquetes”, opina José Hoyos, representante del gremio.