El día martes el presidente Alfredo Palacio compareció para informar sobre los 100 días de su gestión. Fue su tercera comparecencia en un mes y no marcó ninguna novedad frente a las anteriores: volvió a describir las difíciles circunstancias en las cuales asumió, volvió a esbozar sus intenciones refundacionales (aunque ya sin mayor convicción ni énfasis) y por último planteó su plan de gobierno. No hubo novedades. El presidente Palacio compareció sentado con una bandera tricolor a su derecha y acompañado en el escritorio por una computadora portátil y una carpeta de cuero color concha de vino donde estaba impreso en dorado el escudo del país.

Al parecer, la política comunicacional del actual régimen se basa en un principio: ensayar-errar y errar-ensayar hasta que el guión salga bien. Ya van tres intentos y aún no está del todo pulido. El escenario ha mejorado, lo técnico ahora es impecable, pero la cadena del martes fue excesivamente larga, el presidente Palacio aún tiende a mirar hacia abajo, los énfasis no siempre caen en los puntos correctos, la carpeta pareció que estaba vacía y la laptop estaba demasiado cerrada, con lo cual esa imagen de trabajo permanente que se deseaba transmitir no fue del todo convincente.

Lo malo de una política de comunicación de ensayo-error es que desgasta. A la figura del Presidente, en primer lugar; lo que es peligroso.  Eso se hizo evidente con el hecho de que la cadena nacional del martes no fue ni cadena ni nacional porque sencillamente Ecuavisa, Gamavisión y TC Televisión prefirieron seguir con sus telenovelas nocturnas.

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El humo de un cortocircuito
Teleamazonas fue uno de los canales que cumplieron con la disposición gubernamental. Por eso, la mañana de ayer Bernardo Abad, a nombre de la televisora, planteaba su reclamo e indignación ante el hecho de que otras estaciones no se sumaran a la cadena nacional. Sin embargo, el reclamo de Abad no fue preciso... No fue que algunos canales incumplieran la disposición gubernamental, sino que hicieron algo peor: pasaron la cadena a la hora que les dio la gana; es decir al filo de la medianoche.

De acuerdo, el Presidente no dijo nada nuevo y la política de ensayo-error–ensayo está saturando a la audiencia. ¿Pero los canales de TV pueden decidir discrecionalmente transmitir una cadena nacional en un horario tal que la audiencia sea mínima?

Hasta ahora las relaciones Estado-canales de TV han configurado una especie de statu quo de carácter implícito: por un lado, las estaciones han cedido a los gobiernos de turno amplios espacios y tiempos televisivos para que emitan sus cadenas nacionales. Los gobiernos, por su parte, no encuentran necesario activar las frecuencias de televisión pública y tampoco ejercer con pleno rigor sus obligaciones regulatorias.

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Con lo sucedido el martes, no es que el statu quo se desarmará o perderá vigencia. Pero si se suma a lo sucedido con ‘Tres mujeres y el Presidente’, hay signos de que se está produciendo un cortocircuito entre el Gobierno y la televisión.