Al mediodía ya no había paciencia para aguantar a quienes se metían en la fila. Sus gritos: ¡A la cola! habían secado la garganta de Cruz  Mancini Vega, una enfermera que ayer madrugó a la Caja del Seguro y después de cinco horas seguía esperando a  que la atendieran.

En una hora más entraba al trabajo y necesitaba correr a su casa para al menos  alcanzar a ponerse el uniforme.

Quería averiguar cuánto adeuda por un préstamo que realizó hace varios años y de paso saber cuánto dinero tiene acumulado por sus fondos de reserva, pero ese último dato ya no lo dan en la matriz del Seguro en Guayaquil.

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Cruz estaba detrás de un centenar de afiliados que buscaban información sobre cómo  desbloquear sus  recursos. Ella no quiere ingresar a internet para conocer su cuenta porque teme llevarse sorpresas: que le hayan retirado ilegalmente sus dineros  o que su patrono (el Estado) esté en mora.

Las consultas y  quejas por los fondos de reserva han congestionado los servicios de la Caja del Seguro. Alrededor de cuatro mil personas acuden a este lugar diariamente.

La mitad, con la finalidad de obtener su clave,  único requisito para retirar los fondos  desde el próximo 1 de septiembre.