Durante casi un mes la prensa nos informó de la protesta de varios dirigentes de varias cámaras de la producción que nos advertían que la devolución de los fondos de reserva sería un error catastrófico para la estabilidad del país y del Seguro Social. Sin duda que esos dirigentes estaban en su derecho a opinar así, puesto que una de las misiones de las cámaras es velar por la buena marcha de la economía; así que incluso si uno discrepa con sus criterios debe escucharlos con atención, porque representan a un sector importante de la opinión pública.

Pero ahora que finalmente se aprobó la devolución de los fondos, ha comenzado a salir a la luz un problema gravísimo. Resulta que centenares de empresas no han estado depositando los fondos de reserva de sus trabajadores, evadiendo una obligación legal y social de primerísimo orden. En otros casos –igualmente numerosos– sí han hecho el depósito, pero no por un valor igual al sueldo mensual del afiliado, como ordena la ley, sino equivalente a un salario mínimo, con lo cual evitaron la mora con el Seguro pero engañaron a sus trabajadores.

La estafa es tan voluminosa que, aun con sus cuentas desordenadas, el IESS calcula que la mora patronal por concepto de fondos de reserva supera los 15 millones de dólares. (Hay otra mora patronal, la de los aportes mensuales, que suma una cantidad igualmente millonaria, pero esa es otra historia).

¿Qué puede hacer el trabajador afectado para resarcirse de esta pérdida?
“Legalmente tiene derecho a reclamarle a su patrón”, me contestó un abogado laboral con quien conversé sobre este asunto. Pero luego agregó: “Claro que en la práctica, aunque gane su reclamo, luego se quedará en la calle en la gran mayoría de casos”.

La sensación que inevitablemente nos queda a muchos ciudadanos con todo esto es que algunos de esos directivos que reclamaron por la no devolución de los fondos no lo hicieron en realidad porque les preocupase el interés nacional o el del Seguro Social, sino porque estaban resguardando el interés de sus propios afiliados, que ahora serán pillados en falta.

Por supuesto, habría una manera de probar que no es así: que los dirigentes de las cámaras de la producción nos bombardeasen con declaraciones contra esos malos empresarios, exigiendo que se los sancione por estafadores y ofreciendo su colaboración activa para lograrlo. Pero no he leído ni escuchado nada en ese sentido, y eso me lleva a corroborar la impresión de que algunos directivos de las cámaras de la producción realmente creen todavía que la ley es para el de poncho y que lo “elegante” es defender siempre y en todo lugar a los empresarios.

En los últimos diez años el país ha vivido cambios inusitados. Hemos visto presidentes y vicepresidentes destituidos y huyendo al extranjero, poderosos banqueros que tuvieron que fugar, jefes militares desacreditados, y poderosos políticos que debieron jubilarse antes de hora. Todos tuvieron una característica en común: quisieron seguir viviendo en el pasado. Por supuesto que hay algunos suertudos a los que su tozudez no les ha traído mayores inconvenientes, pero yo no me confiaría tanto... Los cambios a veces demoran, pero que llegan, llegan.