La distinción es necesaria, e incluso indispensable, para que el estigma social no lleve a muchos jóvenes –que solo buscan su autoafirmación en un grupo de su misma edad– a un callejón sin salida, en el que, entonces sí, el delito se convertirá en su única opción.

No somos expertos en esta materia, pero creemos que la advertencia debería ser tomada en cuenta.

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Lamentablemente, el Estado carece de una política social dirigida específicamente hacia las pandillas. En realidad ni siquiera existen investigaciones con suficiente amplitud como para delinear con precisión esa política. De hecho, la única institución que trata con las pandillas en el largo plazo es la Policía Nacional, lo que constituye un esfuerzo encomiable, pero que nos lleva al equívoco que los expertos dicen que deberíamos evitar.

Prevenir es mejor que curar. Si de verdad queremos luchar contra el crimen, por allí debemos comenzar. Guardias, armas, vehículos, todo eso es necesario; pero igualmente importante es conseguir que decenas de miles de jóvenes encuentren su camino de realización personal.