Mañana 31 de julio, en que se recuerda a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, concluye el mes de Guayaquil, en el que escuelas y colegios han desarrollado sendos programas cívicos; la Sociedad Bolivariana rindió justo homenaje a Simón Bolívar por el natalicio; mientras que la Armada Nacional recordó el victorioso combate de Jambelí; cerrando con broche de oro la M. I. Municipalidad de esta urbe con su tradicional Sesión Solemne, precedida del momento de unción cívica.

¿Qué logros ha conseguido el señor Alcalde de esta ciudad de Santiago de Guayaquil? Fuera de casa, los ciudadanos tenemos el agrado de contemplarlos. Ad intra, don Jaime sabe mejor que nosotros juntamente con sus colaboradores más cercanos a él. En todo caso, es una Municipalidad que en este último decenio ha dado la pauta de progreso para otras ciudades dentro y fuera de cada urbe. Todo esto es digno de aplauso y alegra nuestro corazón.

Lamentablemente en este mes hemos visto y sentido cómo los robos, asaltos, secuestros, homicidios y víctimas en calles y carreteras han sido imparables, sembrando luto, llanto y angustia en algunos hogares. Todo lo cual nos da a pensar que falta un baño constante de doctrina cristiana, de amor a Cristo que genera respeto a la persona humana. A estas calamidades se agrega la mala distribución de la riqueza, falta de trabajo.

Como recuerdo de este mes debiéramos sacar algún fruto. Por ejemplo, observar el sistema de señalización. ¿Para qué colocaron semáforos inteligentes y zonas peatonales? La mayoría de los transeúntes no obedecen. ¿Una acémila se portará mejor que muchas personas? El caso de don Miguel Aguilar Vélez va a responder mejor. Nació en Octavio Cordero Palacios, parroquia del cantón Cuenca, el 3 de marzo de 1925. Casó con María Ríos García, de cuya unión nacieron 3 varones y 5 mujeres.

Llegó a Guayaquil en 1942. Desde 1946 se dedicó a vender carbón. Con este propósito se consiguió una carretilla, tirada por un burrito. Salía a las 05h00 de su casa, ubicada en Leonidas Plaza y Chambers, a pocos metros del templo del Espíritu Santo, de los sacerdotes claretianos. Y se dirigía al barrio Orellana y a la actual ciudadela Bolivariana, observando las leyes de tránsito. A las 12h00 emprendía el regreso, pero muy cansado y somnoliento.

Efectivamente viajaba casi dormido y lo único que hacía es tomar la rienda. El resto hacía el burrito, que se detenía ante el semáforo en rojo y continuaba cuando regresaba la luz verde.

En el disco Pare también se detenía. Media cuadra antes de llegar a casa, rebuznaba para que don Miguel se despierte.
Díganme, lectores, si la M.I. Municipalidad y la CTG no debieran otorgar –al menos– una mención honorífica a don Miguelito. ¡Qué ejemplo, verdad! Si la prensa desea conocerlo, vaya a visitarlo que aún vive.