Por ejemplo, el compromiso de limpiar los pozos sépticos de la zona –que se hizo luego del primer brote de la enfermedad– no se ha cumplido porque  alguien olvidó entregar una lista; la recolección de basura se sigue haciendo cada tres días, a pesar de la emergencia, de tal modo que en las calles aledañas muchas veces se observa basura acumulada; y los sueldos de los trabajadores de la Subsecretaría de Salud están atrasados dos meses.
Estos hechos, ¿nada tienen que ver con el rebrote de la enfermedad?

En el fondo, lo que se evidencia es el concepto de “crisis” que maneja el Estado ecuatoriano, que solo considera como verdaderas crisis aquellas que comprometen la estabilidad de una autoridad importante.

Por lo visto, un brote de hepatitis A en un barrio suburbano a ningún ministro o subsecretario lo dejará sin el puesto, así que los niños enfermos y sus padres angustiados deben seguir esperando.

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Ya habrá tiempo para recoger la lista que alguien olvidó y limpiar los pozos sépticos; ya habrá recursos para recoger la basura diariamente. Hasta tanto, que otros niños se enfermen; eso no pasará de ser una mala noticia, entre tantas que leemos todos los días.