No es alto ni guapo. Tampoco joven y menos musculoso. El protagonista del filme ecuatoriano Viagra, que se estrena hoy en las salas de Cinemark de esta ciudad, es el típico cincuentón con algunas libras de más que se cree tan irresistible como Tom Cruise.

Napo (Napoléon Soria, el Pícaro Napo) es un conquistador por naturaleza. Un hombre que se considera capaz de conseguir a cuanta mujer se cruce por su camino, pues está seguro de que su Junior –como llama a su miembro viril– jamás lo haría quedar mal. No obstante, su esposa, Ani (Ana María Balarezo), opina lo contrario y es por ello que constantemente le recuerda tomar la “pastilla milagrosa” que lo ayuda a convertirse en el amante que toda fémina desea en su cama.

Este filme ecuatoriano, rodado mayormente en el cantón Jama (norte de la provincia de Manabí), enfoca con jocosidad la disfunción eréctil y el uso de la tan mentada Viagra, de la que incluso tomó el nombre.

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La acción prácticamente se desarrolla en la habitación de la hostería Punta Prieta, afincada en la naturaleza –entre Jama y Pedernales– y a cuatro horas de distancia de donde la pareja vive. Ese es el lugar que Napo y su mujer eligen para disfrutar su segunda luna de miel.

Tras 25 años de casados, Napo y Ani deciden renovar sus votos matrimonales, con ceremonia eclesiástica incluida, y disfrutar una noche de bodas como la que vivieron la primera vez.

En el filme se habla de sexo y se hace referencia a los juegos amatoríos de alcoba, sin embargo, no cae en vulgaridades. Nada es explícito. No hay desnudos y hasta la ropa interior es recatada, a pesar de los colorinches. 

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Sin mayores reflexiones ni profundidades, Alfredo Cuesta, director, y Ramón Serrano,  libretista, abordan temas como la cotidianidad conyugal, el estrés, la falta de comunicación y la infidelidad.

Incluso, al tratar sobre la disfunción eréctil, descubren alternativas gastronómicas que garantizan una mayor potencia sexual. Es así como aparecen en escena el caldo de tronquito y el jugo de borojó.

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La producción tiene 1 hora 20 minutos de duración. El elenco es escaso y prácticamente se reduce a tres: el novio, la novia y la recepcionista del hotel, una de las beneficiadas de la dosis del Viagra.

Antes de llevarla al cine, a un costo que fluctúa entre los 50 y 80.000 dólares, Viagra estuvo en el teatro, con el título de Duro de parar, Viagra una comedia de gran envergadura. Y es que Serrano, su autor, la concibió como una pieza teatral, que se montó en diciembre pasado en dos escenarios: el el  Ágora y el Teatro de la Casa de la Cultura de Quito.

Quizás porque fue escrito para las tablas una de las falencias del filme es el extenso monólogo de Napo con su Junior, sus recuerdos y la búsqueda de una cura “levantamuertos”. En la adaptación se podría haber trabajado un guión más cinematográfico.

La cinta no apunta a competir en ningún festival de cine internacional ni denunciar injusticias sociales, admiten sus creadores. Exactamente por eso es valedera: apunta a entretener y nada más, sin ninguna pretensión.

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