El pedido del presidente Alfredo Palacio al Congreso Nacional para que califique de urgente su propuesta de reformas constitucionales, a fin de someterlas luego a consulta popular, quedó en el vacío, en la nada, porque fue un error su falta de oportunidad, aunque recogiera algunos de los temas más neurálgicos y acerca de los cuales más opinan y reclaman los ciudadanos.

Cuando el Presidente dejó de lado el trabajo encomendado al Vicepresidente de la República para recibir, recopilar y clasificar las propuestas populares encaminadas a reformar la Constitución,  restando importancia a lo que estaba haciendo el Conam, le dio al mismo tiempo al Congreso la posibilidad de actuar conforme lo hizo en desmedro de su propia y apresurada iniciativa, proveniente de malos cálculos y peores consejos.

Aunque el propósito presidencial no fue el de autoinmolar su propuesta, es mejor que así haya sido porque el proyecto de consulta, además de adolecer de una redacción poco feliz como texto constitucional, podría haber obtenido el rechazo popular por varias inconsistencias, tales como:

1) Que el Senado (de aprobarse un Congreso bicameral) esté integrado por un senador por cada provincia, con lo que la Costa, con una población del 48% del total nacional, tendría apenas el 22% de las curules de esa Cámara, es decir menos de la mitad del total de sus miembros. No me cansaré de decir que las representaciones populares para organismos de conformación nacional deben darse en función de la población, con mayor razón si existen grandes desniveles en la relación provincias/habitantes.

2) Que el Vicepresidente de la República sea Presidente nato del Senado, y que este sea a su vez Presidente y representante del Congreso Nacional, con lo cual en el futuro tendríamos hecha realidad la maravillosa idea de que la Función Ejecutiva controle la Presidencia de la República y la Función Legislativa.

3) Que la elección de diputados, consejeros y concejales se haga a base de distritos electorales y de circuitos conformados por más de un distrito, lo cual no suena mal, pero nadie puede votar en una consulta por algo que no conoce, pues no se ha difundido la concepción que el Presidente tiene acerca de cómo se haría  la división distrital para efectos electorales, además que merece ciertas reflexiones aquello de que al ser elegido solo un candidato por distrito, las minorías se quedarían sin representación.

4) Que la Corte Suprema de Justicia elija a los integrantes del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo Electoral es una propuesta que no tiene presentación en estos momentos en que no hay Corte Suprema,  y que el proceso de la que con buena voluntad se trata de estructurar adolece por desgracia de inconstitucionalidad, y así lo estará mientras no lo convalide una consulta popular, convalidación que también padece de dudosa eficacia futura.

Por lo dicho, creo que al Presidente deberá quedarle claro que una reforma de la Constitución es un asunto bien serio, que debe merecer el trabajo de especialistas y de los mejores asesores.