Pocos informales siguen con su trabajo en el centro de la ciudad por la necesidad de dinero.

La mañana empieza con poca actividad en la Av. Nueve de Octubre. En la intersección con Rumichaca, la mayoría de comercios están cerrados pasadas las 09h00.

De repente, el caminar presuroso de un vendedor ambulante de frutas parece romper el estatismo comercial. Minutos después transeúntes desfilan con tajadas en mano de piña, papaya, sandía y melón.

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Eduardo Merchán es el expendedor. Se detiene a media cuadra de la Nueve de Octubre y, aunque se esconde tras un pilar para evitar ser visto por algún metropolitano, no deja de comercializar los vasos con fruta cortada a $ 0,50.

“El otro día me detuvieron y como no regresaba a casa mi mujer pensó que me había ido con otra. Por ese problema me abandonó”, expresa el comerciante de 35 años, que tras permanecer 20 minutos en el sitio se retiró.

Segundo Anchundia trabaja en la misma actividad desde hace 20 años. Antes de que se iniciara la regeneración urbana estaba en el edificio el Forum “todo el día tranquilo”, ahora -dice- evita permanecer más de quince minutos en el mismo lugar para no ser detenido.

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Así lo hizo en Junín y Córdova donde atendió solo a cinco clientes y se marchó.

Una cuadra más adelante, en la esquina de Junín y Baquerizo Moreno, suelen reunirse cada mañana, a las 10h20, comerciantes informales. Frutas, pasteles y jugos son parte de las diferentes mercaderías. Algunos señalan que la falta de  empleo es el principal motivo para volcarse a las calles y optar por el comercio informal, que es la única forma que encuentran para ganarse el sustento diario.

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“Un ladrón roba y anda tranquilo. Uno que trabaja y no es ladrón anda asustado”, dice Roberto Holguín,  pastelero de 55 años dedicado hace quince a la profesión.

“Que el alcalde se ponga la mano en el pecho y vea que somos gente pobre que queremos trabajar. Nosotros tenemos hijos que mantener. No nos quiten el pan de la boca”, son las expresiones de este hombre de baja estatura.

Según las ordenanzas municipales dictadas a raíz de la regeneración urbana, las ventas ambulantes en estas calles están prohibidas y los metropolitanos ejecutan la decisión.

Media hora más tarde, a las  10h50, en García Avilés entre Vélez y Nueve de Octubre, comerciantes de artículos varios: colas, helados, caramelos, cachitos y otros, se quejan de los abusos de guardias privados y metropolitanos.

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Un vendedor de helados relata que “hace pocos días” los cogieron a él y un compañero “como si fueran delincuentes” y que después de pagar “un dólar por cabeza” les devolvieron la gaveta con menos helados de los que había en el momento de la detención.

Las voces se cruzan y el calificativo de “prepotentes” (a los metropolitanos) irrumpe el ambiente. Aunque citan casos similares, otros expendedores reconocen que unos son conscientes.

“A veces cuando hay operativos solo nos dicen que nos hagamos más allá. Con los otros si son verdugos”, expresa un minusválido vendedor de lotería en la misma calle.

Ello se evidencia en un guardia de la regeneración que a las 09h30 no llamó la atención a un informal de Rumichaca y 9 de Octubre porque -según indica- “los operativos empiezan pasado el mediodía”.