El centésimo nombre
Un estudiante pidió a un maestro sufí que le revelase el quinto nombre de Dios.

-Quien conoce ese nombre es capaz de cambiar el curso de la historia –comentó.
El maestro le dijo que pasara un día entero a las puertas de la ciudad. El muchacho obedeció y volvió al día siguiente.

-¿Qué es lo que viste? –preguntó el maestro.

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-Un viejo intentó entrar en la ciudad con un carnero para vender.

El guarda le quiso cobrar un impuesto, pero el hombre no tenía dinero.

Entonces el guarda le robó el carnero y lo echó.

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Yo pensaba: si supiese el nombre oculto de Dios podría cambiar esta situación.

-Podrías haber impedido esa injusticia, pero preferiste soñar con una revelación. ¡Qué tontería! Pues bien, voy a revelarte el quinto nombre de Dios: actúa a favor del prójimo.

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Solo así podemos cambiar el curso de la historia.

Diferencia entre bien y mal
El discípulo preguntó al maestro zen:

-¿Cómo puedo distinguir el bien del mal?

-Es una pregunta tonta. Reflexiona y respóndeme tú mismo.

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Después de reflexionar, dijo el discípulo:

-Es muy sencillo. Todo aquello que puede destruir las cosas hechas con amor, es el mal.

-¿Has visto alguna vez un tigre? Cuando el tigre sale en busca de comida para sus hijos y halla en el bosque una hermosa cierva, fruto del amor entre sus padres, ¿acaso no la devora?

-Sí –expresó el discípulo-. Me siento confundido.

-Lo que va contra nuestra naturaleza es el mal –respondió el maestro-. Todo lo demás es el bien.

La necesidad de purificación
Los discípulos se reunieron alrededor de Ben-Yagul. Discutían la necesidad de la purificación.

-Si no tenemos el corazón vacío de todo deseo, no conseguimos divisar el camino –decía uno.

-Debemos librarnos de todos nuestros defectos o si no Dios se apartará de nosotros –decía otro.

Ben-Yagul interrumpió la discusión diciendo:

-Cuando miramos al sol de frente nos quedamos ciegos y ya no podemos ver los bosques y  montañas que nos rodean.

Por eso el hombre necesita de un poco de luz y de un poco de sombra en su vida.

Aquel que anhela alcanzar la perfección sigue el camino de la vanidad.

La búsqueda espiritual consiste en aceptar quienes somos, y aun así intentar servir a Dios de todo corazón. Nuestros pequeños defectos nos ayudarán a ser más humildes, más humanos y más tolerantes con los defectos de los demás.
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