Todos los días 27 de cada mes es el día de San Gregorio. Las personas que vienen a rezar, a pedir sus milagros o a agradecer por los ya concedidos, rezan, escuchan la misa y luego se retiran.
En lo que no estamos de acuerdo es en la cantidad de vendedores de toda clase de cosas tales como: salchicheros, canguileros, aguateros, chancheros, fogones con tripas, refresqueros, carretillas con cocos, vendedoras de hierbas y pócimas, etcétera.
A esto se suman los olores de toda clase que tenemos que soportar las familias que vivimos a lo largo de la calle Segunda y de la avenida Tercera de Urdesa Norte.

Las veredas y calles quedan con todos los papeles, vasos, fundas, cenizas prendidas, durante dos y tres días; muchas veces tenemos que recoger la basura nosotros mismos.

Queremos que estos vendedores no ingresen a nuestra ciudadela.

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Cabe anotar que cuando queremos llegar a nuestras casas es un “vía crucis” el que pasamos tratando de abrir camino entre la muchedumbre y las carpas de los puestos de comida. Y para colmo cuando logramos llegar, ¡oh sorpresa!, no hay cómo ingresar, los garajes están tomados por los carros de los visitantes.

Los policías municipales, cuando de repente vienen no hacen prácticamente nada, más bien tenemos conocimiento de que cobran, no todos ellos, por cierto, un tributo de entre 5 y 8 dólares, dependiendo de la importancia del puesto. Esto no debe seguir ocurriendo en nuestras ciudadelas. No tienen derecho a convertirla en una feria de pueblo.

Laura Delia Viteri Calderón
Guayaquil