Su mano derecha permanece vendada desde el pasado miércoles, cuando arriesgó hasta el físico por defender a su equipo ante Liga de Quito.

Incluso pide ayuda para colocarse los guantes. Aún está hinchada por la fisura interna que se produjo, pero el rostro de Paúl Alarcón no refleja dolor, sino motivación e ilusión  por jugar la final, “aunque sea lesionado”.

Alarcón, de 27 años y contratado por Barcelona a inicios de temporada, confía en que una infiltración será suficiente para que hoy pueda tapar sin sentir dolor. “Voy a jugar y ser campeón, o moriré”, promete con aquel instinto de riesgo que, asegura, es una de sus características al atajar.

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El Gato, apodo que se ganó hace dos años cuando apareció en Espoli, siente el fútbol con mucho entusiasmo, más aún en Barcelona porque es el club del que es fanático desde niño.

Su hablar, fluido y optimista, delata que es un futbolista centrado y  enfocado en sus objetivos, sensato al referirse a su gran oportunidad. “Fue algo inesperado. Uno siempre tiene que estar preparado para saltar al campo en cualquier momento, y eso es lo ingrato de este puesto: el compañero tiene que lesionarse generalmente para que uno pueda entrar a jugar”, asegura.

Sus reflejos felinos son  producto de un recorrido notable que lo llevó por  un año y medio a Colombia, al Cortuluá  y América de Cali, donde “aprendí mucho, pero decidí regresar y buscar una oportunidad acá”. Y la tuvo en el Manta, donde jugó el 2004.