"Antes o después, nos va a tocar a nosotros", opina Ilaria Rambelli, una turista de Ravena (centro oeste), de 33 años, que, al igual que muchos italianos, teme que la península sea el blanco de un ataque terrorista.

"Ha pasado en Estados Unidos, Madrid, Londres, y en Egipto ayer. Y nosotros estamos más amenazados porque nuestro gobierno es cercano de la administración (del presidente estadounidense, George W.) Bush y a Gran Bretaña", añadió Ilaria ante una terraza, a pocas cuadras del Vaticano y de la Plaza de San Pedro.

No lejos de ahí Paolo, un jubilado de 63 años, admitió que ha pedido a sus hijos que "tomen menos el metro y el autobús".

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"Cuando miro la cúpula de la basílica de San Pedro, pienso en los aviones del 11-S en Estados Unidos con un mal presentimiento", confesó.

El viernes, en un comunicado difundido por Internet firmado por las "Brigadas Abu Hafs al Masri", una célula vinculada a Al Qaida, la red terrorista instó a Italia que retire los 3.000 soldados que tiene desplegados desde junio de 2003 en Nasiriya, en el sur de Irak.

"Nuestras próximas palabras se expresarán en el corazón de las capitales de los países europeos, en Roma, en Amsterdam y en Dinamarca, cuyos soldados siguen estacionados en Irak sirviendo a sus amos estadounidenses y británicos", indicó el mensaje, publicado al día siguiente de la decisión de los diputados italianos de prolongar la presencia de sus soldados en ese país.

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"Tengo la impresión de que se ha puesto en marcha un mecanismo que no podremos detener", estimó Giordano Giorgi, un psicólogo de 33 años sentado en la estación central de Termini, a seis paradas de metro del Vaticano.

A pesar de la presencia más visible de agentes de policía en los andenes y en las ventanillas y de 70 guardias de seguridad privados suplementarios en las dos líneas de metro tras los primeros atentados de Londres, Giordano reconoce que cada vez se siente menos tranquilo.

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"Hace 12 años que me desplazo por Roma en transporte público, pero ahora, por primera vez, estoy pensando en comprar una moto", añadió.

"Lo se, es estúpido porque no se puede hacer nada pero soy cada vez más desconfiado", admitió el joven, que vive en el barrio popular de Pigneto, a las afueras de la ciudad.

"Ayer sentí que la situación era dura para los indios y paquistaníes que viven en mi barrio. Parecían tensos, y tengo la impresión de que se sentían más observados que otros días", matizó.

En Roma, los ciudadanos siguen preguntándose por la conveniencia de la presencia militar de su país en Irak, contra la que se manifestaron millones de italianos en 2003.

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"Es gracias a la miopía de este gobierno que estamos allí", estimó Giordano. "Ahora no podemos irnos y dejar a los iraquíes en el caos, pero si nos quedamos, estamos amenazados por los terroristas", concluyó el joven psicólogo.