Escalinata a escalinata, subir al cerro Santa Ana es identificarse con Guayaquil; vivir su historia y su presente; mirar el cambio de vida de más de un centenar de familias, en su mayoría de escasos recursos. Es ir en busca del cielo desde del río. Es mirar el romance de Guayaquil con el Guayas.

Estos y otros motivos incidieron para que el proyecto de regeneración urbana de este sector tenga un rotundo éxito, que incluso las Naciones Unidas lo reconocieron por ser un modelo de eliminar la pobreza a base de  la actividad turística.

Rodolfo Bermeo, jubilado, cuenta que hasta hace cinco años la gente temía subir, pues se le catalogaba como guarida de delincuentes. Luego de la regeneración, Bermeo instaló un pequeño negocio en su casa, adecentada por el Municipio, donde vende colas, agua y otros productos, con cuyas ganancias subsiste.

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Son 90 los locales que funcionan en el área. Hace cinco años había solo 5 tiendas. El 90% de los establecimientos es de los residentes. El resto alquila.

Octavio Villacreses, urbanista y presidente de la Asociación de Propietarios, destaca que el área regenerada trajo beneficios no solo en cuestión formal y estética sino en términos socioeconómicos.

Indica que subieron la plusvalía (una casa se cotiza en $  50 mil) y el costo de los arriendos, entre $ 250 y $ 571, que cobra el Cabildo por el alquiler del local del Café del Cerro.

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Soledad, como solo se identifica la propietaria de una casa del callejón Diego Noboa, fuera del área regenerada, se queja. Dice que luego de los portones que separa la zona turística, la vida es difícil.

El alcalde Jaime Nebot dice que el mejoramiento llegará a toda el área, pero primero labora en el otro cerro, el del Carmen.