La implementación de sectores de recreación nocturna dentro del plan de regenaración urbana de Guayaquil influye para que se conciba de otra forma la diversión y permite más oferta.

En una misma noche es común toparse con los mismos rostros que horas antes se los vio en un bar-cafetería de la escalinata del cerro Santa Ana, en uno de los bares de la calle Rocafuerte, y luego en otro y en otro. Este recorrido es un hábito que está adquiriendo en los últimos tiempos la gente de Guayaquil debido a la oferta de estos locales en un mismo espacio o en zonas muy cercanas.

Ello debido a la regeneración urbana que, en el caso del casco comercial, enlaza los locales de diversión que hay en el Malecón 2000, las escalinatas del cerro Santa Ana, la calle Numa Pompilio Llona, en Las Peñas, y los del sector de la calle Rocafuerte desde Roca hasta Loja.

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“Hemos hecho toda una readecuación del espacio físico creando un área de recreación incluida la diversión nocturna como parte del plan regulador del uso del suelo en la ciudad”, indica el arquitecto Luis Pérez, director de Urbanismo, Registro y Avalúos del Municipio de Guayaquil.

“Con la regeneración hay ciertas zonas donde se permite la diversión nocturna con normas y eso da tranquilidad para que la gente vaya”, expresa Gustavo Jacob, de la Fundación Malecón 2000, encargada de la regeneración del centro de la ciudad, así como del Malecón del Salado, cuyo sector sur cuenta también con bares y cafeterías que ofrecen música en vivo.

Jacob precisa que ahora Guayaquil, como otras ciudades del mundo, cuenta con zonas reguladas para la recreación y diversión nocturna.

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Además, permanecen otros sitios tradicionales donde se encuentran lugares para la recreación como la Víctor Emilio Estrada en Urdesa (aunque ahora se quedaron solo los locales que ya contaban con permiso y se cerraron otros), determinados sectores de la ciudadela Alborada, la Av. Francisco de Orellana, donde aparte del Kennedy Mall, existen modernas discotecas y bares, y otros sectores donde se están concentrando lugares de diversión como la Av.. Las Monjas, Urdesa, entre otros.

Pero sitios de diversión hay en toda la ciudad, “y aunque no estén en las áreas de regeneración urbanas están controlados y deben cumplir con una serie de requisitos”, asegura Peña.

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De las peñas al karaoke
Con la regeneración y las zonas destinadas a la recreación, así como con el boom de los mall, también han cambiado las ofertas de diversión. De las peñas de los 80 se ha pasado a los karaokes, las cafeterías como sitios de reunión o como preámbulo antes de ir a las discotecas son comunes, así como la música en vivo en grandes y pequeños locales que se especializan en determinado tipo de música.

“Antes, cuando uno se iba a una discoteca tenía que escuchar y bailar de todo aunque no le gustara: música tropical, disco, rock. Ahora, incluso con nuevos ritmos, la tendencia es ofrecer lo mejor de determinado tipo de música”, refiere Fernando Avilés, disc jockey que empezó en ese oficio a finales de los 70 y que trabajó en las desaparecidas discotecas 300 Millones, El Bucanero, Infinity, Etcétera, entre otras.

Al aumentar la oferta de diversión nocturna, “esta es menos elitista, ahora yo veo más integración de clases sociales en un solo lugar”, opina Andrés Chiriboga, uno de los referentes obligados a la hora de hablar de este tema, pues hace 36 años se convirtió en uno de los pioneros de las grandes discotecas en Guayaquil. Primero abrió Epicentro, luego Hipopótamo, Infinity, que cerró en el 2000; después Amén, en la Francisco de Orellana, la que ha variado de nombres: Insomnia, Suruba y actualmente Fizz. Además es propietario del bar Santé.

“La integración de la recreación nocturna a la regeneración urbana y la apertura y el apoyo de los medios de comunicación a los espectáculos han logrado que se tome conciencia de que la diversión es necesaria, ya no se la ve pecaminosa como antes”, menciona Chiriboga.

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Más sitios
Sin embargo, Chiriboga cree que actualmente hay demasiados sitios para Guayaquil. “El problema es que para atraer a la gente se ofertan barras libres todos los días, entradas gratis de mujeres, etc., y uno debe caer en eso, pero se desmejora la calidad del servicio y del producto; deja de ser un negocio para todos”, indica.

Jimmy Mendoza y Maura Molina, propietarios de El Gran Cacao, en el sector de la calle Rocafuerte; y de La Paleta en Las Peñas, respectivamente, coinciden en que mientras más lugares existan y se abran es positivo para la ciudad.

“Se van a abrir más locales y bienvenidos sean; lo importante es que sectores antes ignorados por la gente se están conociendo”, dice Molina, quien también fue propietaria en las décadas setenta y ochenta de Papagayo y La discoteque.

 “Ya hay que olvidar ese concepto caduco de la competencia, mientras haya otras expectativas de diversión es mejor porque eso va creando otra cultura. Lo que ocurre es que a la diversión no hay que dejarla suelta, hay que regularizarla como se lo está haciendo” , expresa Mendoza, quien ve como positivo el acercamiento “de la autoridad a la diversión”.