Como parte del esfuerzo por desacreditar a Joseph Wilson IV (ex funcionario de gobierno que acusó a la Casa Blanca de manipular la información para justificar la invasión norteamericana a Iraq), Rove filtró el hecho de que su esposa trabajaba para la CIA.

El presentador John Gibson, de Fox News, dice que deberían darle una medalla a Karl Rove (principal consejero político del presidente George Bush que, al parecer, filtró a la prensa la información de que la esposa de un crítico del Gobierno era una agente encubierta de la CIA).

Estoy de acuerdo: Rove debería recibir una medalla de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política por sus descubrimientos pioneros sobre la política moderna de Estados Unidos.

La primera vez que me di cuenta de que vivimos en el Estados Unidos de Karl Rove fue durante la campaña electoral del 2000, cuando George W. Bush empezó a hablar de la privatización de la seguridad social y los recortes tributarios afirmando cosas que simplemente eran falsas. Al principio pensé que se trataba de un error grave y que esas mentiras descaradas iban a ser condenadas por políticos y economistas republicanos prominentes, en especial los que habían pasado años forjándose una reputación de defensores de la responsabilidad fiscal. Pero en los hechos, prácticamente sin excepciones, hicieron fila para elogiar las propuestas de Bush.

Sin embargo, la verdadera demostración de que Rove comprende la política estadounidense mejor que cualquier experto sucedió después del 11 de septiembre. Se ha criticado mucho a Rove por decir que los liberales respondieron al ataque preocupándose demasiado por los terroristas, pero lo que dijo sobre los conservadores, de que ellos “vieron el salvajismo y se prepararon para la guerra”, es igualmente falso.

Un estratega político menos perspicaz quizás habría dudado luego del 11 de septiembre antes de utilizar los atentados para acusar a los demócratas de ser débiles en materia de seguridad nacional. Después de todo, no había ningún hecho que sustentase tal acusación. Pero Rove comprendió que los hechos no importan mucho. Sabía que podía contar con los partidarios del gobierno para que aceptasen obedientemente su guión. Léanse las columnas sobre Iraq antes y después escritas por los expertos pro gubernamentales: antes de la guerra, criticaron severamente a la CIA por subestimar la amenaza de las armas de destrucción masiva de Saddam; después de la guerra, censuraron a la CIA por exagerar esa misma amenaza.

Rove también entiende, mejor que nadie, el poder de la táctica del desprestigio. Los ataques contra cualquiera que contradiga la línea oficial no tienen que ser ciertos o incluso convincentes para que sean efectivos. Todo lo que tienen que hacer es conseguir mucho espacio en los medios informativos para crear la impresión de que algo debe andar mal con el opositor de turno.

Y ahora sabemos qué tan lejos estaba dispuesto a llegar con esa táctica del desprestigio: como parte del esfuerzo por desacreditar a Joseph Wilson IV (ex funcionario de gobierno que acusó a la Casa Blanca de manipular la información para justificar la invasión norteamericana a Iraq), Rove filtró el hecho de que su esposa trabajaba para la CIA. No sé si se pueda acusar a Rove de un delito, pero no hay duda de que dañó la seguridad nacional para sacar ventajas partidistas.

Si un demócrata hubiese hecho algo así, los republicanos lo hubieran llamado traidor. En su lugar, lo que nos están dando es una impresionante demostración de que la verdad se ha vuelto depende de la política. Uno tras otro, republicanos y conservadores han declarado su lealtad a la línea del partido. No solo han secundado las tácticas para desviar la atención, sino que, además, a coro, elogian a Rove como un soplón patriótico.

En última instancia, esto no se trata solo de Rove. También se trata de Bush, quien siempre supo que su asesor político de confianza –además de ser discípulo del fallecido Lee Atwater, cuyas tácticas de desprestigio ayudaron a que George Bush padre ganara las elecciones de 1988– es un matón, y obviamente el Presidente no hizo el menor intento por averiguar si él fue quien filtró la información sobre la esposa de Wilson.

Pero, más que nada, se trata de lo que le ha sucedido a Estados Unidos. ¿Cómo llegó nuestro sistema político a este punto?

The New York Times News Service.