En buena hora que el actual Presidente de la República es un médico y sobre todo un científico. Fue Presidente de la Comunidad Científica Ecuatoriana y está familiarizado con el Fundacyt y el Senacyt. Lo menos que podía haberse esperado de él, al asumir el mando, era buscar una fuente de recursos económicos para el tan retrasado desarrollo de la ciencia y la tecnología, pues se ha manifestado como un convencido de la necesidad de impulsar estas ramas del saber. ¿Para qué la ciencia y la tecnología? Es probable que mucha gente desconozca la importancia. Pero más grave es que la mayoría de universidades tampoco la reconozcan y por consiguiente, no destinen algo siquiera de sus escasos fondos ni han tratado de desarrollar planes apropiados.

Vivimos la época de la ciencia y la tecnología y estas no son privilegio exclusivo de los países más desarrollados. Hay países  mucho más pequeños que el Ecuador, como Singapur, por ejemplo, y otros como Israel, Corea del Sur, Nueva Zelanda, para citar unos pocos, que pueden considerarse como paradigmas. Pese a lo limitado de su territorio, una población igual o menos numerosa que la nuestra y algunos como Israel, muy pobres en recursos naturales, han sabido superar estas falencias, precisamente a base de ciencia y tecnología se han convertido en grandes productores y exportadores de cientos de artículos, que entre otras cualidades tienen un alto componente agregado. Esos países gozan de un buen nivel económico y a su vez, dedican al desarrollo científico y tecnológico una importante proporción del producto interno bruto.

El Ecuador tiene diversos tipos de recursos naturales: tierras aptas para una variedad de producción agrícola y ganadera, recursos del mar, recursos mineros, y hasta turísticos, y sin embargo, más del 50% de niños menores sufren de desnutrición y en los años recientes se ha incrementado la pobreza.

Las investigaciones científicas que se han realizado en el país, la mayoría ha dependido de la iniciativa personal y muchas de ellas han gozado de algún financiamiento del Fundacyt o de las ONG. En muchos casos la investigación se interrumpió al concluir, a veces inesperadamente, el apoyo económico.

Los futuros fondos no deben dispersarse en numerosos pequeños proyectos. Es indispensable establecer prioridades y no tanto por el prestigio o importancia de una universidad u otra institución cuanto dentro de un plan nacional, dos o tres grandes proyectos de trascendencia económica nacional con miras a la exportación y la creación de nuevas fuentes de trabajo. De este modo contribuir al desarrollo sustentable.

Una parte de los fondos debería dedicarse a un proyecto de tecnología apropiada y la menor parte a concluir proyectos que actualmente están suspendidos pero que tengan posibilidades de contribuir a la producción o la competitividad del país.

Lo importante es, además, que en el futuro se establezca un sistema de asignación obligatoria, para que los proyectos que se aprueben esta vez sigan adelante, y aquellos de mayor trascendencia puedan completarse en unos meses o años.