Para la artista ecuatoriana, quien en el 2005 celebra 35 años de carrera musical, el canto es su vida y mundo. Dice que el mejor regalo que le hizo Dios ha sido su voz, pues le ha permitido compartir con un público que constantemente se renueva.

Para unos, la franqueza de Patricia González raya en la irreverencia. Para otros, los comentarios que la artista hace dentro o fuera del escenario solo reflejan un carácter aguerrido y rebelde. Pero, ¿cómo es ella en realidad? Responde que “una mujer con los pies bien puestos sobre la tierra, a quien nada le asombra ni asusta. No me paro ni en pelos ni en palos”.

Agrega que “hace las cosas como le da la gana”, expresión que asegura repetir sin orgullo, egoísmo o petulancia. “Soy rebelde, no grosera; tampoco creída o engreída. Canalla sí, porque hay cosas que no acepto y quiero imponer. La gente dice que soy difícil. Yo respeto sus opiniones”.

González, de 62 años, está próxima a cumplir 35 de actividad artística y los celebrará con un concierto que tendrá lugar el próximo 27 de julio, a las 20h00, en el Teatro Centro de Arte (km 4 1/2 vía a Daule). Será una velada llena de sorpresas, precisa, sin dar mayores detalles.

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Acostumbrada a marcarse y a cumplir metas, aunque tarde en el intento, González sostiene que es de aquellas personas que no se desespera por nada ni por nadie.
¿La razón? “como alguna vez me dijo mi amiga Chabuca Granda, todo llega”.

Es precisamente por su admiración a la cantautora peruana que González incursionó en la música, en la década del setenta. Tenía 18 años cuando conoció a la intérprete de La flor de la canela, tema que justamente le comentó que no le gustaba porque rimaba mucho. “Se sorprendió porque consideró que yo era muy joven para saber sobre su música. Añadió que le gustaba mi irreverencia y me reveló que pese al éxito que había ganado con La flor de la canela, a ella tampoco le gustaba”.

“La primera canción de Chabuca fue Zaguán”, acota González con certeza y señala otras composiciones como Señor Manuel y Rosas de azar, las cuales constan en un disco que editó recientemente en Buenos Aires en honor a Granda. “Lo tengo listo pero no saldrá en este año”.

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Tras grabar valses, González se inclinó por el bolero. Por los 70 conoció a Armando Manzanero, de quien grabó Te extraño.

“Coincidimos en Quito y a él le llamó la atención que ya supiera de sus canciones”. El cantautor mexicano le vaticinó que iba a convertirse en una gran artista, lo cual le complace porque con los años se convirtieron en grandes amigos e incluso grabaron un disco juntos. “En una segunda visita que Armando hizo a la capital le di mi teléfono y se hizo costumbre que me llamara cuando venía al país.
Él y Chabuca apadrinaron mi carrera. Creo que, sin querer, me arrimé a buenos palos”.

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Refiere González que su carrera musical la ha levantado a pulso y con tenacidad. Se hizo sola. Sus primeros discos los grabó bajo su sello y muy pocas veces para disqueras. “Sin empacho digo que son las primeras piratas”.

Con alrededor de 38 producciones discográficas, González recuerda que su primer álbum lo pudo editar gracias al préstamo que solicitó, por intermedio de un amigo, en un banco local.

“Muchos se adjudican que me han ayudado económicamente, pero es falso. No le debo mi éxito a nadie”.

La intérprete de La torre, Ojalá que te mueras, Samba de mi esperanza, En un rincón del alma, entre otras melodías, dice que perdió la cuenta de las presentaciones que ha ofrecido dentro y fuera del país.

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No obstante, atesora en la memoria las ocasiones en que compartió el escenario con artistas como Alberto Cortez, Joaquín Sabina, María Dolores Pradera, María Martha Serra Lima, Silvio Rodríguez, Martha Valdez, Daniel Santos, Nelson Ned, Carlos Vives, Rolando La Serie, León Gieco, Braulio y Roberto Ledesma.

Para González el canto es su vida y mundo. El mejor regalo que le hizo Dios para compartir con un público que se renueva, pues asegura que a sus conciertos acude gente de todas las edades.

Incluyendo los hombres a los que en el escenario llama canallas. No por atacarlos, indica, sino porque cada día son peores. “Quieren hacer de su vida un garabato y no dejan que la pobre garabateada haga algo. Ha llegado el momento en que las mujeres no debemos dejarnos de los hombres”, anota entre risas.
“Pero son ofensas picaronas”.

Una artista conocida y no famosa, así se considera González, quien no quiere ser como Julio Iglesias o Carlos Vives porque le gusta vivir en paz.

“Estuve un mes en el Policentro promocionando el disco Las canciones que me gusta cantar. Fue lindo compartir con la gente, con quien confieso no había tenido mucho contacto”.

Vivir del arte es difícil, refiere, sin embargo ella lo logra y agradece a Dios por llevar una vida cómoda y tener salud. Su familia es lo primero.

Tiene muchos hermanos, sobrinos y sobrinos nietos. Su madre, Esmeralda, tiene 84 años. “Me iba a casar y como no lo hice tampoco quise tener un hijo sola. No critico a las madres solteras, pero yo no hubiera podido serlo pues los hijos al crecer refutan la falta del padre”.

González dice que su relación con Dios es excelente. “Me trata de maravilla, me cuida, da trabajo y, más que nada, me da salud para mí y mi familia”.