Pero no logran articular una estrategia que obtenga resultados; y un Ministerio de Obras Públicas que no acaba de entender el problema y, por ende, no puede abandonar su escandalosa pasividad.

Así hemos llegado a una situación en la que ya, del puente, casi no sabemos nada: cuándo lo acabarán de construir, cuánto costará realmente, cómo se lo piensa financiar, y hasta qué institución pública asumirá finalmente la tarea.

Ninguna de estas interrogantes tienen respuesta por ahora, y no sabemos si algún día llegarán a tenerla.

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Si el puente estuviese ya en funcionamiento, se estarían beneficiando del mismo grupos sociales muy disímiles: lujosas residencias de la vía a Samborondón, modestas casas de El Recreo y sectores de clase media en Durán. Aun así, a casi ningún político parece interesarle lo que ocurra con la obra. En algunos casos ya sabemos que eso se debe a que muchas posibilidades de comisiones y sobreprecios se esfumaron; pero de otros, todavía esperamos a que nos expliquen el motivo de ese desinterés.