La reacción de la comunidad carcelaria, violenta, con crucifixiones, desangres, entierros, etcétera, seguirá siendo permanente, no solo por las leyes obsoletas o la no aplicación, merecida o no del 2 x1, sino que a mi criterio, los centros de Rehabilitación no han cumplido con sumisión para lo cual fueron creados.

Base fundamental para la reinserción a la sociedad de los portuarios es la de que durante su permanencia en las cárceles sean rehabilitados, si no en su totalidad, por lo menos que salgan con un aprendizaje manual de carpintería, cerámica, manualidades, artesanías, entre tantas ramas que les permiten salir y trabajar como seres humanos que son y que no sean tratados como parias en pleno siglo XXI.

Tuve oportunidad de conocer de cerca en 1994-1995 el antes penal García Moreno (hoy ¿Centro de Rehabilitación?) y la suite de penados San José, que lo dirigía con todo acierto en ese entonces el doctor Jorge Crespo Toral.

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Como Director Ejecutivo del Programa Operación Rescate Infantil (ORI) firmé un convenio de trabajo y rehabilitación con el centro carcelario por 100 millones de sucres para la elaboración de mesas y sillas de color azul, para que sean usadas en las guarderías infantiles de El Oro. Al ver el resultado positivo en Quito se firmaron contratos con  autoridades de las cárceles de Riobamba, Ambato y Esmeraldas.

Hago referencia a este particular, ya que tomando como política de Estado la rehabilitación penitenciaria, es fácil expedir el respectivo decreto ejecutivo que obligue a todas las instituciones gubernamentales, que lo requieran, a utilizar la mano de obra y capacidad que tienen los reos. No es cuestión de solucionar de la noche a la mañana, pero sí que se dejen las bases necesarias para que desde ya se comience a adecuar espacios, equiparlos y capacitar al personal para una producción futura.

Todo es posible con decisión, amor al prójimo y sin afanes politiqueros ni de lucro.

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Marcelo Sáenz Miño
Tumbaco