“Me quedan menos de seis meses de vida”, dijo. “No quiero seguir viviendo y hacer que mi esposa y familia pasen por todo eso”. No sé qué haría si fuera Newbold. Sin embargo, sí creo que debería ser su decisión, no la del presidente Bush.

Jack Newbold es un capitán retirado de remolcador, de 59 años, que está muriendo de cáncer en los huesos. Es uno de los más dolorosos y no quiere que su esposa e hija de 17 años pasen por el trauma de atenderlo conforme va perdiendo control sobre su cuerpo.

Así es que Newbold enfrenta una elección desgarradora para las semanas próximas: ¿Debería combatir el cáncer hasta el último aliento o tomar un vaso con una solución de barbitúricos recetada por un médico y dormirse para siempre? Se está inclinando hacia esto último.

“Me quedan menos de seis meses de vida”, dijo. “No quiero seguir viviendo y hacer que mi esposa y familia pasen por todo eso”.

No sé qué haría si fuera Newbold ni si fuera su esposa o su hija (lo apoyan en cualquier decisión que tome). Sin embargo, sí creo que debería ser su decisión, no la del presidente Bush.

Desafortunadamente, Bush está peleando para anular la ley de Muerte con Dignidad de Oregón, que concede a Newbold la opción de acelerar su muerte. El electorado de Oregón aprobó por medio de dos referendos la ley, la cual se ha utilizado desde 1998 y tiene amplio apoyo en el estado.

El gobierno de Bush emitió una orden por la cual cualquier médico que extienda una receta de conformidad con la ley estatal será procesado bajo la ley federal. Oregón ganó un amparo contra la orden, John Ashcroft perdió una apelación, y ahora la Suprema Corte conocerá los alegatos en el otoño.

“Solo estoy agradecido por vivir en el estado de Oregón, donde tenemos esta opción”, señaló Newbold. “Solo siento que los John Ashcroft del mundo quieran dictar no solo la forma en que se vive, sino también en que se muere. No hay nada más personal, además del nacimiento, que morirse”.

Newbold, veterano de Vietnam y ex marino mercante, es chistoso y franco, con facilidad para el lenguaje náutico inapropiado para un periódico familiar. Empezó con cáncer en cabeza y cuello. Ahora se está propagando a los huesos, lo que lo está discapacitando y obligando a tomar morfina para el dolor.

“Por Dios, me quiero ir bajo mis propias condiciones”, indicó Newbold. “No quiero que alguien dicte que tengo que yacer en la cama de algún hospital y morir con dolor”.

Newbold ya inició el proceso de obtener los barbitúricos; dos médicos deben confirmar que al paciente le quedan menos de seis meses de vida, y este debe presentar por lo menos tres solicitudes en al menos quince días. Es típico que la droga sea secobarbital –se saca el polvo de las cápsulas y se mezcla con agua o puré de manzana– o pentobarbital, cuya presentación es líquida. Típicamente, los enfermos caen en coma cinco minutos después de haber tomado el medicamento y mueren en dos horas.

Al igual que muchos pacientes, Newbold dice que su mayor preocupación no es el dolor, sino más bien la pérdida de autonomía y dignidad. En parte, esa es la razón por la que quiere tener el medicamento a la mano, si siente que está perdiendo el autocontrol que ha valorado toda su vida, podrá acelerar el proceso.

“Es posible que nunca use el medicamento”, señaló, “pero saber que se tiene la posibilidad de terminarlo, da mucho alivio”.

Eso es común; muchos pacientes que obtienen los barbitúricos de hecho no los usan, pero sienten alivio al tener la opción. En conjunto, 208 pacientes en siete años han usado la ley para acelerar la muerte, según la Federación para la Compasión en la Muerte de Oregón, que ayuda a los pacientes a llenar los requisitos legales.

Cuando los pacientes utilizan la ley, es típico que fijen una fecha y reúnan a familiares y amigos a su alrededor. Quienes han atestiguado este tipo de partida dicen que no es tan morboso como pudiera sonar.

“Es bastante raro saber el día en que se va a morir, pero se puede planear”, expresó Julie McMurchie, cuya madre usó barbitúricos cerca de una semana antes de la fecha en que se esperaba muriera de cáncer de pulmón. “Dos de mis hermanos vivían fuera del estado y pudieron venir, así es que estuvimos todos presentes. Estuvimos todos para abrazarla y besarla y decirle que la queríamos, y le leímos algo de poseía que quería, y todo fue amoroso y tranquilo”.

“No puedo imaginar por qué alguien se puede mostrar reacio a darnos la oportunidad de decir adiós, y a ella la de tener paz”.

Esto mismo se aplica a Jack Newbold y a todo el mundo en su situación. Newbold enfrenta una elección terrible en las siguientes semanas, y tiene suficiente en la mente sin que la Casa Blanca se esté anticipando a él.
Retroceda, señor Bush.

The New York Times News Service.