El movimiento teatral es fuerte en los  actuales momentos y se impone resaltarlo, sin penetrar en otras consideraciones. La cuestión es que hay numerosos  fieles y entusiastas teatristas, aquí y en varias ciudades, y ya se organizan festivales en la materia con la asistencia de grupos extranjeros.

Por eso nos permitimos echar un corto vistazo al pretérito de este arte tan asequible al público, para que los artistas de ahora conozcan más de sus antecesores y de lo que hicieron, mal o bien. Así, allá atrás, abrió telón Nuestra Natacha (Casona) con la intervención de Antonio Gil Gilbert, Emiliano Pólit, Maruja Pérez, Pepe Roura, Leonor Game y estudiantes, dirigidos por Paco Villar.

Más adelante apareció el Grupo Teatral Estudiantil (1941) del que, entre algunos compañeros, citamos a Marga Echeverría, Sara Wagner, Miguelito Roca, Jorge Salvatierra, Angelita Játiva, Víctor Hugo Gutiérrez. Escenificó Mi hijo el dotor” (Florencio Sánchez). Lázaro (Aguilera alta), siempre con la idea de ofrecer piezas de sabor humano y social.

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Posteriormente, Canción de cuna (Gregorio Martínez Sierra, que ahora sabemos que la escribió su mujer) y, claro, a nuestro lado las “escuderas” del Colegio Guayaquil (nosotros vicentinos), y entre ellas Francia Sánchez, cerca de la música y la poesía, que después dirigió coros y grabó un CD con poemas de Neruda, Guillén y García Lorca.

El Grupo Teatral Estudiantil mantuvo su accionar hasta que ingresamos a la universidad, luego fue diluyendo su imagen, quedaron los recuerdos y cerró su larga temporada con los viejos y nuevos, llevando al tablado Las delicias del hogar (Hennequin), y en el reparto Pichusa Urrutia Herrería, Martha Álvarez, Pilar Estarellas, Marga Echeverría, Raúl Campos, Jorge Salvatierra, Paco Villar (dirección); fue nuestro canto del cisne, solidario y conmovedor.

Teniendo como apoderado eterno a Nelson Cevallos se retiró “gloriosamente”, sin olvidar instantes emblemáticos: presentaciones en los teatros Olmedo y 9 de Octubre; puesta en el tinglado de Dios se lo pague (Jorary Camargo), con el auspicio de la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes; trabajar en el Sucre de Quito (1944), atendiendo invitación del Capitán Girón, héroe del 28 de Mayo, y que mereció el visto bueno de Jorge Icaza. Periplo que se prolongó hasta Riobamba y Ambato con Lázaro e Ilusiones del viejo y de la vieja (autor argentino).

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El Grupo Teatral Estudiantil, ya retaceado, realizó varias obras con otra generación, y ahí están Angélica, Estela Álvarez, Anéxora Aguilera, July Enireb y Alfonso Chiriboga. Tuvo en Horizonte un aprovechado alumno y, en medio de muchos aficionados, que con pena no alcanzamos a nombrar, a Alfredo Vera Arrata, quien con los años, su talento y el bastón, ocupó los sillones de diputado y ministro de la República.

Luis Martínez Moreno
Guayaquil