Aunque a raíz de la muerte de su padre el príncipe Alberto asumió la regencia de Mónaco, ayer recibió en una ceremonia simbólica la bendición de su pueblo.

El príncipe Alberto II de Mónaco, a la cabeza de este micro Estado desde la muerte de  Rainiero hace tres meses, recibió  ayer la bendición religiosa que marca la ascensión al trono del  Principado.

Por primera vez desde el funeral de Rainiero, la familia principesca, cuyas  tragedias y momentos de felicidad han ocupado amplios espacios en las revistas  del corazón, apareció en público, rodeando a Alberto en la catedral de la Inmaculada Concepción.

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Luciendo traje oscuro, Alberto II, de 47 años, heredero de una  dinastía de 700 años, recibió arrodillado y el rostro grave e impasible la  bendición del arzobispo de Mónaco, monseñor Bernard Barsi.   La princesa Estefanía le tomó la mano a su hermano y este a su vez lo hizo  con su hermana Carolina.

El acto fue  simbólico ya que el príncipe, que asumió la  regencia en los últimos días de vida de Rainiero, accedió al trono a la muerte  de su padre el 6 de abril. Una ceremonia con personalidades extranjeras está prevista para el 19 de noviembre, día de la fiesta nacional monegasca.

Los monegascos contemplaron la ceremonia desde una pantalla gigante. “Hemos visto crecer a Alberto y a sus hermanas. Hoy es un poco como el  matrimonio de un hijo”, declaró Judith Pollati, una de las espectadoras.

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Jefe de un micro Esado de 2 km2 y 32.000 habitantes, con un volumen de  negocios de cerca de 10.000 millones de euros en el 2004, Alberto II quiere un  futuro “irreprochable” en materia de blanqueo de dinero para el Principado, que  estará volcado en la investigación, el medio ambiente y la acción humanitaria.

Después de la misa, el nuevo soberano ofreció dos recepciones, una privada en los jardines de palacio, y otra a los monegascos donde pronunció su discurso.

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También hubo un concierto de la orquesta filarmónica de Monte Carlo, fuegos artificales y un baile.