Antonio Muñoz Molina, uno de los escritores españoles más destacados de las últimas generaciones y director del Instituto Cervantes en Nueva York, en entrevistas se ha referido a su relación personal con El Quijote. Cuando le preguntan por su primera lectura de este libro, cuenta una anécdota deliciosa:

“Lo recuerdo perfectamente, porque se da la paradoja feliz de que en la casa en que yo nací, que pertenecía a una familia de agricultores en la que no había muchos libros, pero mi abuelo materno durante la Guerra Civil, en el incendio de una biblioteca, había salvado unos cuantos libros y uno de ellos era un Quijote.
Un Quijote que tenía los bordes quemados. Él no lo había leído nunca, porque apenas sabía leer, pero lo guardó en casa por ese amor que la gente trabajadora tenía hacia los libros. Y yo lo encontré cuando era un niño muy lector, que leía todo lo que caía en mis manos. Lo leí con perfecta inocencia, sin saber que era El Quijote, que era una obra maestra ni nada. Para mí fue una de mis primeras grandes experiencias de lectura”.

Muñoz vivía en Übeda, provincia de Jaén, muy cerca de La Mancha. “Las aventuras de Don Quijote en Sierra Morena suceden a 50 kilómetros de mi casa”, agrega el escritor.

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Lo mejor es su evocación de cuánto se reía con este magistral libro: “Me reía mucho y reconocía... Porque para un niño el lenguaje es un problema, pero el lenguaje del Quijote se parecía bastante al del mundo rural en el que yo vivía. Es muy curioso, pero una parte de ese lenguaje que para una persona de ciudad es más hermético, para mí era familiar”. Por si pareciera poco, reconfirma que ha releído el Quijote “muchas, muchas veces”.

¿Qué le dice El Quijote?
Hablando sin retóricas, sino como lector apasionado de literatura: El Quijote es la primera novela. Y al mismo tiempo parece la última, porque es una novela que tiene otras novelas dentro, en la que se juega con el punto de vista, con la falta de credibilidad del narrador... Es decir todos esos artificios que ahora se consideran posmodernos.

Sutiles y versados recuerdos del Quijote, por un compatriota de lujo.