En el paro de Portoviejo han existido algunos episodios de violencia y vandalismo que la Alcaldesa ha justificado como “inevitables” en este tipo de manifestaciones populares… No se sabe si eso también justifica la actitud en contra de los medios y los golpes a un camarógrafo de Teleamazonas.

Todo es justificable, aunque no sea razonable… En todo caso, los portovejenses han querido que su paro sea visibilizado por todo el país y para eso han presionado sobre los reporteros y personal técnico de los canales de TV.

Lo han conseguido: para el jueves, el paro era una noticia que competía e incluso desplazaba a los atentados en Londres. Así, en ‘Televistazo’, si bien se abrió con los atentados, el paro en Manabí se llevó diez minutos, el doble del tiempo dedicado a la noticia del día. En ‘Noticiero Uno’ ocuparon exactamente la misma atención. En Teleamazonas fue la noticia de apertura, aunque el titular principal remitía a Londres.

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Curiosamente, el enviado especial de Canal Uno fue quien se solidarizó con el camarógrafo de Teleamazonas e informó sobre un hecho relacionado: los manifestantes apedrearon una agencia del Banco del Pichincha. En el canal quiteño no se hizo ninguna referencia al tema y Jorge Ortiz se mordió la lengua –literalmente- frente a las imágenes de los actos vandálicos y la toma del aeropuerto. Prudencia, para alejar la gasolina del fuego.

Los escenarios de un cortocircuito
Rápidamente, los habitantes de las ciudades más pequeñas han aprendido que si no aparecen en televisión no existen. Probablemente esa sensación sea parte de ese sentimiento de aislamiento y olvido que tienen en mente.

Si bien es repudiable, no es la primera vez que los reporteros de TV son sometidos a presiones o agredidos por manifestantes: sucedió durante el movimiento “forajido”, en el paro de campesinos de Los Ríos, en la Amazonia…

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Solo un cortocircuito muy fuerte puede hacer considerar a la gente que los medios de comunicación audiovisuales son objetivos de las manifestaciones. Por el lado de los actores de las protestas,  hay la idea –equivocada, por cierto- de que los medios deben tomar partido por sus movimientos. En la esquina televisiva no se entiende ni se valora la magnitud de los movimientos ciudadanos.

El cortocircuito ahora tiene su escenario en Manabí, donde los noticieros de TV han tenido que ampliar los espacios dedicados al paro para que les dejen hacer las coberturas en paz. Ese acuerdo tácito se refleja bien en la imagen de los manifestantes que llaman a la cámara para que los enfoque mientras desinflan las llantas de un avión (foto).

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Después de lo sucedido en Manabí, se hace impostergable el momento de pausa y reflexión que parta de una sincera autocrítica. Porque de hecho la TV no transmite con claridad y consistencia ideas ni proyectos que ayuden a construir la percepción de país, pese a ser el medio de comunicación con mayor penetración y cobertura.