En innumerables ocasiones han escrito por este mismo medio sobre este sector popular.
Tienen mucha razón, y no por la condición de su gente, sino por lo abandonado en que se encuentra por las autoridades municipales y policiales, al no ejecutar un plan masivo de concienciación de los deberes y obligaciones que tienen sus habitantes como ciudadanos, ya que muchas personas no tienen la más mínima cultura ni ética para mantener el sector en condiciones aceptables para vivir dignamente.

Desde su ingreso, el olor putrefacto se percibe en las noches por los desperdicios de los vendedores de mariscos, cuyas aguas estancadas hacen que las moscas estén en su festín; sus aceras son intransitables por los vendedores, mientras que los puestos en el mercado están casi vacíos.

En la estación de la línea Nº 53 sus choferes se creen dueños absolutos de los parqueaderos y calles; al lavar sus unidades arrojan todos los desperdicios al suelo, haciendo caso omiso de peticiones de algunos moradores para que recojan la basura, y lo peor es que en los fines de semana la estación se convierte en cantina, sus necesidades las hacen en la vía pública sin el más mínimo pudor ni respeto para las personas que tienen que pasar esquivando los charcos que dejan los ebrios. La escalera que existe ahí es un botadero de desperdicios; en algunas ocasiones se les ha llamado la atención, pero como siempre, la inmensa mayoría de los “profesionales del volante” se creen los dueños de las vidas y de las calles, ni se inmutan. ¿Hasta cuándo podremos vivir así? Las autoridades tienen la respuesta para que nos auxilien.

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Juan Fiallos Donoso
Guayaquil