Muchas personas individualmente o en grupos están preparando sus propuestas para presentarlas al Conam, con la esperanza de que sean incluidas en la consulta popular.

Ellas se sumarán a las 2.194 que ya han sido procesadas, según la página web que he consultado antes de escribir este artículo, y que se refieren a 127 temas y subtemas, que van desde reformas al sistema político general, hasta precisiones acerca del presupuesto de salud, pasando por temas como educación, el Código Penal, la administración del Estado, las remuneraciones en el Congreso, la policía, los sindicatos públicos, entre otros.

Y todo hace pensar que hasta el 15 de julio, fecha límite para las propuestas, habrá muchas más porque es muy tentador aquello de decirle al Gobierno cómo queremos que sea nuestra nación, tal como nos lo sugiere la propaganda gubernamental.

Pero para evitarnos frustraciones debemos tener muy claro que no todas las aspiraciones ciudadanas pueden ser materia de reformas constitucionales y que, aunque lo fueran, ellas por sí mismas no cambiarán nuestra nación.

Porque sin duda, los ecuatorianos estaremos de acuerdo en que queremos un país justo, libre, soberano, seguro, en el que haya educación y salud de óptima calidad y seguridad social para todos, en el que la administración de justicia esté libre de todas las influencias externas, en el que todos tengan empleo, en el que no florezca la delincuencia y en el que sea fácil vivir y construir el futuro. Pero nada de esto nos lo garantizará la Constitución.

Con suerte, si trabajamos bien, si reflexionamos pensando en la nación, podremos acertar en aquellos cambios que sean propios de la Constitución, pero lo importante es que después vivamos de acuerdo a ellos.

Ejemplos de que no hemos sido capaces, tenemos muchos. ¿Acaso no creíamos los ecuatorianos que la actual Constitución por fin nos garantizaba una FuncióN Judicial independiente y asistimos al sainete de la ruptura de esa disposición constitucional, de la manera más burda?

La participación ciudadana nos exige no engañarnos, proponer cambios de textos legales, ciertamente, si creemos que son necesarios, pero más que eso, aprender a vivir dentro de la ley, exigir que se la respete, insistir en la rendición de cuentas de los funcionarios, elegir a los que tienen las condiciones intelectuales y morales para desempeñar los cargos y responsabilizarnos de la vida colectiva. Para eso, necesitamos informarnos, prepararnos, actuar y descubrir que si no lo hacemos no hay democracia, aunque así llamemos a lo que tenemos.

Aprovechemos, pues, la oportunidad de decir el país que queremos para pensar en qué debemos hacer para construirlo.