Soy el único sobreviviente a cargo de velar y responder por los despojos de mi madre, que hace 33 años reposan de manera “temporal” en una bóveda alquilada del cementerio general.

He pagado religiosamente el canon de arrendamiento, que año tras año ha aumentado su valor.

Sin embargo, estos últimos tres años, no he podido cancelar por haber llegado al estado de “catalepsia” económica absoluta.

Publicidad

Tengo 65 años, estoy pobre, viejo y además enfermo, alguno que otro familiar me ha dejado abandonado a mi suerte, viviendo mis últimos días en un cuartucho encerrado de cuatro paredes de caña y cartones con piso de tierra, comiendo a veces bien, otras regular y la mayoría mal.

Mi pedido, considerando el tiempo y los antecedentes que menciono, es que se condone la deuda en primera instancia, y luego, adjudicada en forma gratuita “per sécula seculorum” la mencionada bóveda, para que reposen finalmente y por siempre, mis cansados huesos junto a los de mi idolatrada madre.

Gustavo Samaniego Vizniay
Guayaquil