Londres quedó convertida este jueves en una verdadera zona de guerra, con fuerzas policiales apostadas en sectores claves de la ciudad, hospitales desbordados y calles sin tráfico, pero con miles de personas a pie, tras los atentados que dejaron por los menos 37 muertos y 700 heridos.

El Palacio de Buckingham y el Parlamento en Westminster fueron cercados de  inmediato por un cordón de las fuerzas de seguridad, que también se desplegaron  en otros lugares sensibles como las estaciones de trenes, la célebre Trafalgar  Square y los aeropuertos de acceso de la capital.

El espectáculo horas después de los sangrientos atentados contra tres  líneas de metro y un autobús era desolador: muchas calles cortadas y sin  tránsito por las cuales desfilaban miles de personas que salían de sus trabajos  e intentaban volver a casa.

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En la zona de Carnary Wharf, al este de la ciudad, en la nueva City,  algunos preferían tomar cerveza en los pubs junto al Támesis, esperando que la  situación se normalizara, algo que comenzaba a ocurrir lentamente la caer la  tarde.

Los célebres autobuses rojos de dos pisos, todo un símbolo del "british  style", volvieron a circular, mientras el tráfico lograba reorganizarse tras  las primeras horas de caos y estupor.

En tanto, los hospitales como el Saint Mary s (cerca de Edgware Road, una  de las estaciones blanco de los ataques) o el Royal London Hospital (no lejos  de Liverpool Street y Aldgate, otros objetivos de los atentados) recibieron de  urgencia a muchos de los heridos.

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"No hay palabras para describir lo que pasó", decía Steve Nichols, que  participó en la evacuación de víctimas en la iglesia Saint Botolph, cerca de la  estación de Aldgate.

"Una pobre mujer, aún con vida, estaba incrustada en una de los hierros del  tren. La gente recogía trozos de cuerpos. Era macabro", agregó esta persona,  testigo directo de la tragedia.

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Otros, en cambio, recién descubrieron el desastre una vez que éste ya se  había consumado. "Cuando salí a la mañana, la calles estaban silenciosas, todo  lo contrario de lo habitual, y la atmósfera decía que algo malo había pasado",  cuenta James Page, estudiante de doctorado.

"Una vez que me enteré fui hasta Upper Woburn Street. Ahí vi al autobús  destrozado. Es increíble", continuó este joven.

Los atentados, cuatro en total, fueron reivindicados por un desconocido  grupo islamista y quedaron vinculados de inmediato con la intervención  británico-estadounidense en Iraq.

El primer ministro británico Tony Blair afirmó que los autores de los  ataques "son gente que actúa en nombre del Islam", en una intervención desde  Downing Street, a donde regresó procedente de Gleneagles (Escocia), sede de la  cumbre del G8 con la presencia de los jefes de Estado de los países más  poderosos del mundo, entre ellos el estadounidense George W. Bush.

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