El sector oeste de esta provincia es ahora otra zona que recibe colombianos que huyen de la violencia de su país.

Pese a que ha pasado más de una semana desde que abandonó su casa en la comunidad colombiana Nulpe Alto y caminó diez horas, junto a seis familiares, para buscar refugio en la parroquia ecuatoriana de Maldonado, Irma Nastacuaz dice que el miedo y la incertidumbre por el futuro son su pesadilla.

Hospedada en la casa de madera de un pariente, donde se alumbra con un candil durante las noches, la mujer es una de las 115 personas colombianas que, en calidad de desplazadas por los enfrentamientos entre el Ejército colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), están diseminadas entre Tulcán y las parroquias Chical y Maldonado desde hace dos semanas.

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Aquel se constituye en un nuevo frente de desplazamiento que debe recibir Ecuador desde Colombia. Esta vez, las familias que huyen de la violencia provienen del occidente del Departamento de Nariño.

“No estábamos acostumbrados a esto, nunca hemos oído esos bombardeos. Vivíamos tranquilos. La guerrilla pasaba por su camino desde hace años pero no hacía nada. De repente pasó el Ejército y pelearon. No nos botó nadie, pero el miedo es grande”, menciona Irma Nastacuaz.

De Nulpe Alto también llegó Juan Canticús, con su esposa y cuatro hijos. Dejó su vivienda y sus objetos. Solo trajo ocho reses que en Chical vendió en 800 dólares y ahora dice que ya no regresará a Colombia, “a no ser que de acá me boten”.

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Él arrienda una habitación en Chical por la que paga 12 dólares al mes. “Quiero comprarme un terrenito, ojalá pueda”, indica.

Nuevos desplazados
Aunque están diseminados por diversos hogares, la Pastoral Social de la Diócesis de Tulcán mantiene un registro de las 20 familias y busca la forma de canalizar la ayuda.

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Este organismo también maneja un informe en el que se menciona que por los enfrentamientos entre el Ejército colombiano y la guerrilla de las FARC, 261 familias, que totalizan 1.350 personas se convirtieron en nuevos desplazados de una decena de comunidades del suroeste de Nariño, Colombia.

“Existe la posibilidad de que estas familias crucen la frontera, lo que significará un desplazamiento masivo”, señala Dalila Calán, delegada pastoral fronteriza.

Esa preocupación se acrecienta en Chical y Maldonado, donde es la primera vez que llegan desplazados por la violencia, según Emilio Orbe, presidente de la Junta Parroquial de la primera localidad.

“Esperamos que en cualquier momento lleguen más y eso significaría un problema para todos, por la falta de albergues. No sabríamos cómo socorrerles si acá la gente también es pobre”, refiere el dirigente.

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Organismos de derechos humanos, Acnur y la Dirección de Salud de Carchi tomaron contacto con Orbe. “Nos preocupan los indígenas awá, que residen frente a las comunidades colombianas donde se produjo el desplazamiento. Ellos corren peligro”, advierte el presidente de la Junta Parroquial de Chical.

En esa localidad, de 112 familias, los locales de la escuela y colegio servirían de refugio temporal. Por ahora, el Ejército colombiano se retiró de la zona y no hay combates.

En las dos parroquias, ubicadas a cuatro horas de Tulcán, en el subtrópico limítrofe con Esmeraldas,  el Ejército ecuatoriano mantiene dos destacamentos pero los habitantes tienen temor por lo que sucede al frente.

Hace tres semanas, en San Juan, poblado colombiano diagonal a Maldonado, al otro lado del fronterizo río San Juan, se dieron enfrentamientos entre las FARC y el Ejército vecino. “Se oía los disparos y veíamos correr a los soldados por la parte alta del cerro”, señala un residente anónimo.

Aquella zona colombiana permaneció desprotegida durante años por el estado colombiano y se constituye en territorio de dominio de las FARC. Inclusive hay plantaciones de coca, pero en menor proporción que en las riberas del Pacífico, señala uno de los desplazados.

Frente a la provincia del Carchi, además de esta zona, el sector está también desprotegido del Ejército. Así, en La Victoria, frente a El Carmelo, al este de Tulcán, permanece el frente Mariscal Sucre de las FARC. Según residentes, en las estribaciones hacia el Putumayo, frente  a La Bonita (Sucumbíos) funcionaría un campamento de instrucción.

La presencia de las Fuerzas Militares colombianas solo es evidente en los alrededores de Ipiales, la vía Panamericana y la parroquia Chiles, frente a Tufiño.