Es importante sensibilizar a la comunidad acerca del complejo concepto de la salud que ya no se limita a la ausencia de enfermedad, sino que amplía su campo de acción a lo emocional, físico, mental y espiritual. De lo que se deriva que alguien puede considerarse enfermo si experimenta malestares en cualquiera de esas áreas.

Desde ese concepto, nuestro sistema de salud es deficitario; cuando los médicos no están en paro, la atención es en la mayoría de los casos displicente, indiferente, pues ve los aspectos físicos del paciente, pero lesiona su salud emocional.

En relación a la salud mental y espiritual, esta está en manos de la familia, educadores y medios de comunicación. Si encendemos la televisión podemos deducir que los programas que se ofrecen atentan contra la salud espiritual y mental de los niños, jóvenes y adultos. Para verificarlo, analicemos por unos minutos los antivalores en que sustentan programas como ‘Laura’, ‘Maritere’, ‘A todo dar’. Los dos primeros, construidos sobre casos de inteligencias fracasadas (celos, odios, irrespeto...), y el segundo es un despliegue de juegos eróticos.

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¿Cuáles son los impactos que estos programas, vistos día tras día, tienen en la salud mental y espiritual de nuestros ciudadanos? Basta además abrir las páginas de la prensa y observar crónicas rojas para hacer conclusiones. Los medios de comunicación no pueden perder de vista la salud mental del ciudadano, ya que la configuración saludable de este también es su responsabilidad. Demandemos respeto a nuestra exclusiva capacidad humanizante: la inteligencia.

Martha Espinoza Peña
Guayaquil